A Reforma, en su 20 aniversario

Los siguientes son apuntes de un lector más que de un colega.

La semana que entra el diario Reforma cumple 20 años. Alguna vez trabajé en un periódico que al salir a la calle por primera vez, el 8 de noviembre de 1991, tuvo la osadía de poner en la portada una frase que decía: “Desde hoy, Jalisco es diferente”. Imaginen las burlas de otros periodistas (yo escuché varias en la radio). Eso, que en su nacimiento publicó Siglo 21, hoy aplica para Reforma. Su aparición el 20 de noviembre de 1993 cambió la historia del periodismo en México, pero no sé si del diarismo de la ciudad. Y ese sería mi primer comentario sobre los dos decenios del rotativo cuya sede está ubicada al sur del DF.

Cuando lo fundaron -trabajé ahí 8 años pero no estuve en la fundación- los jefes norteños decían que si El Norte olía a cabrito, Reforma tendría que oler a smog. En otras palabras, pretendían que el arraigo de Reforma a la comunidad fuera total, que no se le viera como una publicación fuereña, que se convirtiera en un factor de identidad de los capitalinos (no se decía chilangos porque en aquel tiempo esa palabra era despectiva), como en Nuevo León era El Norte.

Sin duda, los de Reforma lograron convertirse en un referente del periodismo en la capital pero no DE la capital. A pesar de diversos y honestos esfuerzos de varios editores y sus equipos que han trabajado en la sección Ciudad, su periodismo local nunca ha tenido, ni de lejos, la potencia que tienen a nivel regional las coberturas que realiza El Norte. Supongo que los más agradecidos por ello serán los AMLOs, los Marcelos y los Manceras, entre otros gobernantes locales, a los cuales los reformos nunca trajeron a “toallazo limpio” como sí trae El Norte, por ejemplo, al gobernador Rodrigo Medina.

No me mal interpreten. Claro que han habido golpes en sus notas locales (recuérdenselo si no a Rosario Robles y aquel tema de su cochinito), pero el corazón, y el látigo, del diario con logo del Ángel de la Independencia está en la grilla nacional. Eso no es malo. Pero por qué eso tiene que ser incompatible con una buena sección local, eso es un misterio. Como misterio es por qué nunca más, desde la crisis de 1995, se repusieron las páginas, y el peso editorial, que al nacer Reforma dio a Ciudad, El Ángel, Cultura y, por supuesto, a la sección Internacional. Todas estas se achicaron hace 18 años para nunca volver a tener un lugar destacado.

Reforma es un diario de política nacional y de páginas de espectáculos (lo que más ha crecido en estos años son los suplementos comerciales y, notablemente, los de sociales). ¿Huelen hoy a smog? No creo, más bien a colonia típica de la clase política y a lipstick de fiesta de “niñas bien”. Así lo resumiría. Y eso no está “bien” o “mal”, simplemente, está. Así es.

Gráficamente, en estos 20 años han perdido lo que caracterizó buena parte de su arranque. Me refiero a lo que algunos llaman The WOW! factor. Ese gran innovador del diseño editorial que fue Reforma se ha conformado desde hace algunos años con una maqueta que es eficaz mas no ambiciosa.

Y no estoy hablando de que faltan fotos grandes o plecas o trucos parecidos, sino de la ausencia de diversos recursos de periodismo gráfico de esos que antes (que odiosa palabra) al ver una portada, o al dar vuelta en una página interior, causaban sorpresa en sus lectores y envidia en la competencia.

Reforma nunca fue un diario bien escrito. Y aunque en su nacimiento le llegaron a decir El Partenón -porque destacaban las columnas y poco más-, pronto se hizo fama por sus entrevistas de largo aliento, sus largas crónicas y los frecuentes bombazos periodísticos. Insisto, siempre y ante todo, sobre la grilla nacional y desastres que le acompañan. Su agenda combinaba una singular mezcla de antipriismo, neoliberalismo, conservadurismo sin llegar a la mochez y una apuesta por denunciar las violaciones a los derechos de los pobres, de los marginales y de los antiestablishment.

Por eso me ha parecido un tanto chocante su tendencia a criminalizar (no encuento otro término más exacto) las marchas en la cobertura sobre protestas y disturbios de los recientes meses en la ciudad de México. Reforma solía ser un medio que sabía que el PRI en el poder es intolerante por definición*, pero ahora el diario parece allanarse a la lógica de que quienes protestan no pueden ser sino agentes contra el cambio. Han comprado acríticamente la versión de que los anarcos, y los maestros, no pueden tener razón que valga. Similar giro progobiernista se ha notado en el Templo Mayor, la columna donde entre chismes luego deslizan su postura editorial.

Y a propósito del retorno del PRI a la presidencia, últimamente el periódico muestra una rara propensión a desplegar en sus páginas de sociales y de espectáculos a algunos miembros de la llamada familia presidencial. Digo rara porque en el pasado (y hoy a nivel Nuevo León), Grupo Reforma tenía clarísimo que las Ladys Profeco no nacen, se hacen, y que por lo mismo lo que menos necesita la comunidad es que un medio importante alimente el cotilleo sobre las actividades de las familias de los políticos. Es, en el mejor de los casos, contraproducente: destacar trivialidades sobre los familiares de los poderosos no es bueno ni para la política ni para la sociedad. Si la revista Quién anda en eso, se entiende. ¿Pero Reforma?

En fin. Aquí no se destaca lo bueno de Reforma, que está a la vista en su papel central en la agenda informativa de México desde hace dos décadas. Felicidades por el aniversario. Que vengan muchos más.

*Los panistas en el poder también son intolerantes.

(SALVADOR CAMARENA / @salcamarena)