Amenazas del crimen organizado

 

Estamos tan acostumbrados a asociar el término “crimen organizado” con los cárteles que hemos perdido la capacidad de aproximarnos a dicha noción desde una perspectiva más amplia. Además de dichas organizaciones criminales existen, en todo el mundo, corporaciones constituidas de forma legal a las que el apelativo les viene justo a la medida de sus acciones e intenciones. Particularmente en México es de sobra conocida la influencia (por no decir el yugo) que grandes compañías tienen sobre el gobierno y, sobre todo, sobre los habitantes de este país. Son vastos los ejemplos existentes de consorcios (bancos, compañías mineras, constructoras, contratistas, etcétera) que incurren en actos criminales, ya sea a través de francos actos de ilegalidad (soborno, cohecho, evasión fiscal) o del daño que ocasionan a comunidades específicas (daños ambientales, abusos sobre el consumidor).

En los Estados Unidos, por ejemplo, país que se ha ufanado de ser la meca de la democracia occidental contemporánea, las corporaciones han logrado hacer del lobby una industria millonaria y la intervención de éstas en las campañas políticas ha hecho que muchos intelectuales de ese país hayan promulgado el fin de la democracia ante las flagrantes evidencias de un régimen más bien plutocrático.

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Los documentales Gasland y Gasland 2 del cineasta neoyorquino Josh Fox, lanzados en los Estados Unidos en 2010 y 2013, respectivamente, son un ejemplo de lo que puede suceder cuando las corporaciones actúan con impunidad y sin vigilancia. Dichas cintas contribuyeron a generar un muy necesitado debate acerca de los efectos ambientales que acarrea la técnica de extracción de gas por fracturación hidráulica (fracking), que lo mismo le permitió a los Estados Unidos vivir un boom sin precedentes en la producción de hidrocarburos como le ha traído gigantescos desastres ambientales a miles de personas a lo largo y ancho de todo el país.

Más allá de las controversias desatadas por las películas de Fox, entre las que destacan las acciones por parte de actores de la industria energética como la IPAA (Independent Petroleum Association of America), que intentó desacreditar los hallazgos de dicha investigación por diversos medios, las cintas muestran el ostracismo, la prepotencia, la voracidad y el desinterés por el medio ambiente, característicos de la gran mayoría de los consorcios petroleros en el mundo. Muchos de los cuales tienen ahora la mira puesta en nuestra flamante reforma energética.