Vidas en tres hojas

En varios pasajes de mi vida me he visto en la necesidad de presentar un Curriculum Vitae para solicitar un empleo. Con más frecuencia, en pasajes aún más oscuros, he debido revisar los Curriculum Vitae de otros y me he visto orillado a tomar decisiones con base en lo que leí en ellos. Hay algo estremecedor en esos documentos, porque uno suele dar y recibir más información de la necesaria y, en ocasiones, la información se vuelve en contra de uno. Por eso, un conocido que se ha dedicado durante más de veinte años al reclutamiento de “recursos humanos” suele referirse a los Curriculum como “cartitas de suicidio”.

Si alguien, por ejemplo, gasta una cuartilla en presumir que recibió premios de ortografía, declamación y labores manuales en la primaria y de química y contabilidad en la secundaria, pero luego resume en dos líneas el resto de su trayectoria escolar, el reclutador pensará que es uno de esos que pasó de niño aplicado a desastre. Si alguien más, en cambio, exhibe su promedio de la facultad (“9.3 de calificación final y matrícula de honor”, digamos), luego informa que apenas egresado pasó siete meses en un puesto laboral llamativo (“Coordinador regional financiero A-1 en Banco Tolteca-Japonés”), y al final confiesa que desde hace algunas semanas se desempeña como empleado de mostrador en “Papelería y Novedades Mickey”, dará la impresión de que sufrió un colapso nervioso.

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Otros CV notables son los de esas personas que se han pasado la vida estudiando y han conseguido acumular títulos, posgrados, diplomados, cursos, talleres, seminarios y congresos, pero nunca han ejercido. Como quienes transitan por esas vías suelen tener como objetivos la docencia o la investigación, resulta exótico que ostenten esas trayectorias dignas de Susan Sontag para pedir chance como redactor junior en una agencia… Los reclutadores le tienen pánico a este tipo de CV y rechazan a quienes los presentan con la excusa de que están sobrecalificados, cuando, en el fondo, lo que pasa es que no tienen la menor idea de lo que saben hacer.

Hay más mañas y taras, claro. La que es guapa, por ejemplo, e incluye una foto en el CV porque sabe que vive en una sociedad machista… O el que incluye una carta de no antecedentes penales que nadie le solicitó, como para dejar en claro que no es un delincuente (y que consigue, claro, dar la impresión contraria).

Quizá el problema central son los reclutadores, porque suelen estar llenos de prejuicios. Algunos viven convencidos de que los alumnos de universidades públicas no saben leer ni escribir; otros no contratan mujeres ni por equivocación; unos más les tienen pánico a los morenos… Por eso, presentar un CV es uno de los procesos más aterradores que puedan existir. Porque vivimos en una suerte de bolsa de valores muy torcidos. Y en ella, la mayoría estamos a la baja.