Birdman, por @drabasa

La más reciente película de Alejandro González Iñárritu comenzó a generar revuelo incluso antes de ser estrenada en México. El éxito de Gravity (sobre todo medido en términos del aval de la maquinaria hollywoodense) hizo que muchos vaticinaran, aun sin haber visto la cinta, que el Negro habría de seguir la estela de gloria de Alfonso Cuarón. A pesar de que las primeras reacciones de la crítica internacional sobre Birdman son ambivalentes (ha tenido críticas muy duras como las del periódico inglés The Guardian o la revista The Newyorker y muchas otras bastante elogiosas), será difícil que la cinta protagonizada por Michael Keaton consiga los laureles alcanzados por aquella que estelarizara Sandra Bullock.

Independientemente de la valoración que hagan los festivales y las academias cinematográficas, las cintas, desde mi punto de vista, tienen bastante en común: ambas se erigen a partir de propuestas de realización técnica muy ambiciosas, las dos tienen en su confección visual su virtud más clara y también encallan en el desarrollo de la historia, sobre todo, y me robo las palabras del crítico neoyorquino Richard Brody, al “abordar preguntas complejas y ofrecer respuestas ordinarias”.

Birdman nos muestra la historia de un actor que ha caído en desgracia tras haber conseguido fama y fortuna al protagonizar tres películas del superhéroe Birdman. Riggan Thompson (el personaje de Michael Keaton) rechaza hacer la cuarta entrega por considerar que era momento de probarle al mundo (siempre el mundo, los demás, como juez primero y último de todo lo que sucede) que era capaz de emprender ardides con valor artístico mediante una adaptación teatral del clásico de la literatura universal contemporánea de Raymond Carver What We Talk About When We Talk About Love. “Eres una celebridad, no un actor”, le dice a Riggan Thompson la despiadada crítica de teatro del New York Times cuyo poder de manipulación de la opinión pública es tan grande que, cual emperador romano, es capaz de otorgar vida o dar muerte a una puesta en escena con tan solo un movimiento de su pulgar. Thompson y su mente esquizoide, encarna los nuevos designios del american way of life: el valor de su vida es equivalente a la cantidad de ojos que sea capaz de posar sobre sí mismo, al precio que sea.

El destacado elenco (el propio Keaton, Edward Norton, Naomi Watts, Emma Watson) actúa a la medida de los papeles que les fueron confeccionados. Lo cual quiere decir que desempeñan a la perfección los estereotipos que les fueron asignados. Los personajes sufren pocas transformaciones, la cinta, como sucede a menudo con las cintas de González Iñárritu, recurre al azar o a la confusión como deus ex machina que le permiten al cineasta mover la trama de manera, no siempre de forma natural. La fotografía de Lubezki es, como siempre, sublime y la película no está ausente de escenas fantásticas, crueles y conmovedoras. Por momentos Birdman alcanza ese tono denso e incluso por momentos inquietantemente incómodo que han hecho de González Iñárritu uno de los cineastas con mayor prestigio en la actualidad. Pero la película mantiene un ritmo que avanza con pesadez, que no aporta ningún ángulo nuevo sobre los problemas que se plantea (la noción de éxito contemporánea, el individualismo y el narcisismo de nuestra época, la violenta exigencia por ser alguien en el mundo, la soledad), y cuyo ambiguo desenlace representa con precisión la experiencia que muchos espectadores tendrán al verla.

(Un cuidado desorden)