Campaña contra el tocino

El cáncer se llevó a mi madre hace poco más de un año. No, esa maldita enfermedad no es algo que me resulte gracioso. Con todo, me he reído bastante con la airada reacción popular que provocó la divulgación de un informe de la Organización Mundial de la Salud (OMS) en el que se asegura que la carne procesada es cancerígena. No sólo reí yo. Me imagino que también ustedes habrán oído y festejado varios de los mejores chistes sobre el tocino de todos los tiempos durante esta agitada semana. El tocino, huelga decir, es bueno hasta para el humor. Tapona las arterias, destroza el sistema digestivo y da cáncer. Y qué. Es crujiente, grasoso y celestial y queda el consuelo de que antes que uno morirán millones de vacas y conejos que no lo comen.

Me parece que, como sucede con el cigarro, el alcohol, el manejo (des)controlado o el sexo (in)seguro, la guerra informativa contra el tocino y sus secuaces está perdida de antemano. Las medidas que pueden tomarse para crear conciencia, como incluir advertencias sobre los peligros del consumo en los empaques de carne, o que la Secretaría de Salud haga jingles que digan “Si comes jamón serrano se te va a secar la mano” ya se han utilizado antes y siempre han cosechado resultados patéticos.

Ni siquiera la brutal campaña contra los fumadores (que en el fondo apoyo, porque antes de ser los parias que son hoy, siempre en busca de rincones oscuros y lejanos para satisfacer su adicción, eran los reyes de la tierra y lo ahumaban a uno a la menor provocación, sin preguntar jamás quién estaba de acuerdo) ha sido incapaz de abatir el tabaquismo. Y, bueno, los perennes llamados a beber con moderación no han podido tampoco hacer mucho contra el alcoholismo (la gente bebe cada vez en mayor cantidad y las jóvenes generaciones prefieren bebidas rudas como el mezcal antes que los alcoholitos tímidos del ayer). Del volante y el sexo mejor ni hablar: nuestras calles dan cuenta de que los choques y los bebés siguen al alza (y junto con unos y otros, los arrollamientos y las ETS).

¿Cómo es que un organismo a todas luces bienintencionado como la OMS se mete y nos mete en estos pantanos? Misterio. ¿Cómo es que a los medios no se les ha ocurrido (hablo en general, porque seguro que alguien, en alguna parte, sí hizo la tarea) entrevistar expertos que puedan aterrizar el tema o dar una visión más amplia en vez de limitarse a reproducir el comunicado oficial y agrupar en una notita secundaria los memes subsecuentes? Misterio también. Es como si nadie en el mundo hubiera estado preparado para recibir una noticia tan mala.

Por lo pronto, los vegetarianos festejan. Es su momento. Pero alguien, pronto, les explicará que comer verduras regadas con aguas negras y aderezadas con pesticidas tampoco puede ser sano.