“Ciudad de masones”, por @jorgepedro

Le preguntaron si era un hombre libre y de buenas costumbres, que fue como preguntarle a un adolescente si está seguro de lo que quiere estudiar. Contestó que sí. Para cerciorarse lo entrevistaron varias veces. La primera lo dejaron plantado en una cafetería cerca del metro Chilpancingo. En realidad lo observaban desde una mesa lejana: querían tantear su interés. Semanas después lo citaron en El Gran Premio en la esquina de Sadi Carnot y Antonio Caso, donde bebió café ácido y le hablaron de El Kybalión. Casi un año más tarde decidieron aceptarlo.

La masonería llegó a la Nueva España en el siglo XVIII. Se ha escrito que un cocinero y un cirujano del virrey Juan Vicente de Güemes practicaban el Rito Francés Moderno en un local de la actual Madero. También puede leerse que en una logia que estuvo en la Calle de las Ratas 4, hoy Bolívar 73, se planeó la independencia. Se supone que ahí fueron iniciados Primo de Verdad, Hidalgo y Allende, pero no ha faltado quien lo ponga en duda. Para conocer sobre la historia de la masonería en la ciudad se sugiere visitar el Palacio Nacional, en cuyo primer nivel existe una placa que señala el lugar en el que se inició a Benito Juárez en 1847 (aunque unos dicen que al oaxaqueño ya había sido iniciado en su tierra). Asimismo se propone echarle un vistazo a la sede del Rito Nacional Mexicano en República de Cuba 75 o comprar algún libro sobre el tema en la librería de Filomeno Mata 6, por ejemplo Herencias secretas de Guillermo de los Reyes Heredia o La masonería en la presidencia de México de Wenceslao Vargas Márquez.

El día de su iniciación se presentó en la Gran Logia Valle de México de traje y con tiempo de sobra, como le pidieron. Llovía. La zozobra le pateaba las tripas. Antes de empezar le comentaron: “Necesitas ser valiente, aún estás a tiempo de echarte para atrás”. Una vez que confirmó su deseo de pertenecer a la masonería apagó su teléfono, lo condujeron a quién sabe dónde y empezó el ritual.

La Gran Logia está en el 75 de Sadi Carnot. Su fachada es fea y bonita y de color gris. En la planta baja funciona una cafetería sin ventanas. Cualquiera puede entrar, pedir un café, merodear por la tienda. Tal vez alguien se acerque con un amable “qué se le ofrece”, a lo que puede responderse con un gentil “saber más”. Tal vez esto no suceda y nunca se sepa nada.

Acabada la ceremonia de iniciación se fueron todos a cenar a un Vips en Insurgentes Centro. Por fin era masón, como los demás, que pedían molletes y enchiladas suizas. O mejor dicho un aprendiz de masón. Esa noche soñó con extranjeros, lluvia y alguien que le pedía una dirección; también había un teatro. Cada vez que alguien le pregunta por el ritual de iniciación, él prefiere no contar nada. Ni venganzas masónicas ni amenazas ni tonterías que se difunden en la tele, dice. Sencillamente no es un asunto que se entienda afuera de la logia. Es como preguntarle a un matemático por su primer día en un club de álgebra.

¿Qué es la masonería? Se escucha que una sociedad discreta compuesta de hombres libres y de buenas costumbres que practican la libertad, la igualidad y la fraternidad, valores cada vez más necesarios en esta ciudad. Para unos se trata de un grupo de nostálgicos y filántropos y para otros es una escuela de moral y pensamiento simbólico. Puede que todos tengan razón. ¿Cómo vamos a saberlo?

Foto tomada en el Palacio Nacional

Foto por: Jorge Pedro Uribe Llamas

(JORGE PEDRO URIBE LLAMAS / @jorgepedro)