Ciudad de necios | Políticos que hacen lo que quieren

Opinión

Necios que no quieren hacer política de manera distinta. Necios que votan por ellos

¿Qué hace un futbolista como candidato a la vecina gubernatura de Morelos? Hace política y cristaliza una estrategia electorera: no importa que vaya a ser buen gobernante, al partido Morena le sirve que Cuauhtémoc Blanco le gane a Graco Ramírez, presunto gobernador actual y, tal vez, quien más deteste políticamente a AMLO; la administración pública en beneficio de la solución de los problemas que aquejan a Morelos ya queda en segundo plano. ¿Es una disputa política? Sí, a un precio altísimo: la administración y los morelenses corren riesgo de estar peor, pero ni modo, así es la democracia y gana no el mejor administrador, sino el mejor candidato (conceptos que no necesariamente van de la mano). ¿Harán con Blanco lo que AMLO hizo en Iztapalapa con Juanito (quien ganó y luego lo corrieron para dejar el puesto a Clara Brugada)? Veremos. Algunos dicen que no, que el tamaño de los personajes es diferente y, bien cobijado con un equipo como el que venció a Alemania la selección (no es chiste, así lo ven), Blanco podría terminar bien su periodo y significar un cambio positivo en la administración morelense. ¿Y luego ser presidente de México? Ay, diosito.
Pero esto de los candidatos famosos que sacrifican la calidad de la oferta electoral por el dominio electoral de un partido se pone cada vez peor. Sigo con ejemplos de Morena no porque cualquier otro partido se salve de estas vergüenzas, sino porque son casos que saltaron recientemente a las noticias. Patricio Zambrano es candidato de Morena a la alcaldía de Monterrey en Nuevo León. Sí, así el nivel de aprecio de Morena a aquella ciudad, que si bien, como todo el estado, tiene a un gobernador con licencia que los despreció por buscar la grande —El Bronco—, ahora tiene un nivel paupérrimo de candidatos para administrar su capital. “El Pato” Zambrano, como lo apodan, se peleó verbalmente con otro candidato durante un debate y estuvo a punto de llegar a los madrazos —como decimos los chilangos—. La más reciente de él tiene que ver con la escena —de 2015, que sus contrincantes revivieron en las redes sociales— en la que agrede a un joven con discapacidad que orinó en la vía pública. Pero en la CDMX no cantamos mal las rancheras. No solo Morena ha reciclado a impresentables como candidatos propios que emigraron de otros partidos, sino que no he visto al partido mostrar capacidad de autocrítica y el ejemplo de hacer las cosas diferentes: presentar candidatos intachables, probos, limpios, honestos y congruentes con su trayectoria administrativa y política. Morena ni siquiera ha bajado de la contienda a los señalados por corrupción, bajo el argumento de que hacerlo significaría darle la razón a la mafia en el poder. La senadora con licencia Layda Sansores estuvo en el ojo de los medios “tendenciosos y vendidos” al ser señalada por facturar al Senado en el rubro de “gastos generales y de apoyo legislativo” muñecas caras, tintes, maquillaje, joyería, ropa de lujo —incluyendo un vestido y una mascada con los rostros de los 43 de Ayotzinapa— y regalos caros a trabajadores de la Cámara y a sí misma. Hoy, Sansores es candidata de Morena a la alcaldía de Álvaro Obregón. ¿Hasta cuándo dejaremos que los senadores hagan lo que se les hinche uno y el otro? ¿Cuándo nos indignaremos, como cuando el contrario cobra un penal inexistente contra nuestra selección? Si los mexicanos y los chilangos exigiéramos transparencia y rendición de cuentas, candidatos probos e intachables, algo cambiaría.