POSTALES: LA CIUDAD DE LA DEMOLICIÓN

CUENTO

 He hecho una nueva escala en mi deriva por la Ciudad de la Demolición y permaneceré algunos días en un lugar llamado ESCANDÓN (entre las faldas de Loma de Tacubaya y la última ribera del Lago de Chapultepec), donde las personas todavía dan la impresión de encontrarse contentas. Debe ser a causa de la gran variedad de fondas, comederos, cantinas y mercados. Llueve desde el primer día que llegué. Besos.

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Ha sido una semana extraordinaria (aunque demasiado húmeda). Durante mi primera caminata encontré un muro de escuela conformado por una apretada envoltura de signos: garabatos, frases e inscripciones en aerosol lo cubrían por completo. Parecía un frontispicio barroco, sin un solo espacio vacío. Se come muy barato aquí. Muchos besos.

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Esta mañana caminé con la mirada pegada al piso. Observé, así, un amplio panorama de colillas. Me habría gustado interrogarlas, saber de qué bocas procedían. Te mando algunas muestras por correo; son en verdad hermosas. Te extraño.

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Unas líneas rápidas desde el Hotel Escandón (nombre poco original), donde me he alojado. Como se encuentra frente al mercado, el bullicio es crónico y en sus alrededores los charcos hieden. Si no me importara la salmonelosis, los locales de comida al interior del mercado (barbacoa en La Hidalguense, mariscos en Playa Azul, sushi en El Pequeño Samurái) serían un gran lugar para comer. Iré pronto a verte. Besísimos.

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¡Tengo que contarte más sobre los garabatos murales! En resumidas cuentas: las inscripciones se han multiplicado, fragmentado y diversificado. Las hay de todos los tamaños y especies, en muros, zaguanes, cortinas metálicas, puertas, medidores de luz. En todo. Algunas son auténticas obras de arte, como la que te envío en esta postal. Le pregunté a un tendero qué significaban. Guardó silencio durante un momento y luego me dijo, casi en secreto: “Los Estudiantes de Caligrafía”. ¡Qué gran idea volver a ejercitar la escritura manual (o mural, según se vea) ahora que todo el mundo usa teclados! Me gusta mucho este lugar. Te mando un gran beso.

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Acabo de recorrer Calle Martí de punta a punta. Algunas de las cosas que vi: una carnicería, una pastelería, una tienda de muebles rústicos (con sobreoferta de maletas de los años veinte), una bonetería, una tienda de objetos de plástico, una cancha de futbol rápido donde jugaba un grupo de chicas, una tlapalería (ahí encontré más de quince variedades de tijeras), un vagabundo, un hotel de paso, una taquería de mixiote, dos farmacias, dos casas de empeño, dos carpinterías, dos borrachos, dos gasolineras, tres tintorerías, tres sastrerías, tres marisquerías con televisor, tres mercados (dos de ellos sobre ruedas), cinco verdulerías, siete panaderías, nueve talleres mecánicos, doce fondas de comida corrida (también con televisor), catorce misceláneas (que todavía llaman tienditas), veintidós cacas de perro (siete de ellas habían sido pisadas). El clima no mejora. Miles de besos.

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Se me acabó el espacio en mi postal anterior. Te envío esta otra, una vista aérea de la zona, para que veas lo inusual que es: ningún rascacielos. Te encantaría. ¡Deberías estar aquí! ¿Por qué no vienes? Piénsalo. Besos expectantes.

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Quisiera seguir cazando colillas, pero no es posible ser coleccionista si vives a la deriva. Poseo las cosas siempre por última vez. Lo mismo me sucede con los lugares donde vivo temporalmente: en las calles, inmuebles y avenidas, los cambios son tan veloces que ya no puedo observarlos. Intento hacer un registro con la cámara que me regalaste, conservar algún punto de referencia a través de las imágenes que imprimo para ti. ¿Qué sucederá cuando a ti también te desalojen? Tendrás que deshacerte de ellas y entonces, ¿qué porcentaje quedará de mí? Me volveré desmemoriada, idiota. Viviré en el vacío. Como casi todos. Inexplicablemente hoy fue un día soleado. Muchos besos con ‘saudade’.

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Ha caído una tromba durante toda la noche. Al despertar, quise continuar con mis paseos, pero brotaban enormes fuentes por las cloacas. ¡Tendrías que verlas! Traté de ayudar a una mujer que perdió su zapato de tacón en la corriente. Corrí detrás de él durante un rato, pero luego lo perdí entre los remolinos. Es difícil distinguir algo en un agua tan oscura. Besos híper húmedos.

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Estoy llevando a cabo un registro fotográfico minucioso del muro con inscripciones. Me tomará varios días. Esta imagen te explicará por qué. Si miras con atención, el muro tiene varias capas de escritura, con inscripciones que se superponen. Imposible saber cuál capa fue inscrita primero y si la conexión entre una capa y otra es accidente puro. La imagen no es de la mejor calidad, pues tuve que salir corriendo después de que un grupo de jóvenes me lanzó miraditas hostiles. Tal vez pensaron que era un Sabueso Inmobiliario o que quería borrar el aerosol. ¿Serían los Estudiantes de Caligrafía? Hoy han vuelto las lluvias. Pienso en ti.

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Una postal desde El Fuerte de la Colonia, una cantina familiar donde hay personas de diferentes edades. Hombres ya mayores que juegan dominó. Algunos niños. A pesar de eso, soy la única mujer en varias mesas a la redonda. Aquí, como en toda esta región, la comida es abundante y la población rubicunda. Si vienes, me verás con algunos kilitos de más. Muchos besos.

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Me he acostumbrado a las fuentes negras que brotan desde el piso. Me divierto incluso cuando doy largos saltos para esquivarlas, haciendo lo posible para no caerme. Por la noche he comenzado a toser por la humedad. No te preocupes por mí: estoy acostumbrada a los climas extremos. Además me compré un impermeable a un precio irrisorio. Sigo esperando noticias tuyas. Besos multiplicados.

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En ESCANDÓN las personas son simpáticas, dicharacheras y abiertas, pero por más que estén acostumbradas a recibir forasteros en sus hoteles, no les gusta hablar sobre las inscripciones conmigo. Me miran con suspicacia, se hacen señas entre ellas. Hay un código ahí, detrás del cual es posible que se encuentre el brío de esta zona. Te cuento todo esto para que no te asustes: ayer, durante un largo apagón nocturno, alguien que apareció entre las sombras, intentó robarme la cámara. En su lugar, le di mi celular defenestrado. Eso me ayudó a salir del paso. Besos desde la penumbra.

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Estoy ansiosa por saber si vendrás. No tengo planeado modificar mis coordenadas durante algún tiempo; aquí los hoteles de paso abundan y no están aún bajo la amenaza de desalojo o demolición. Según mis cálculos, puedes llegar a pie en dos días, si tomas en cuenta los rodeos habituales para evadir las Zonas Prohibidas. Espero tu respuesta, que sería, en estos momentos, un ansiolítico para mí. Besos apremiantes.

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Sigo surcando esta región de la Ciudad sin descanso. Es tan extensa que se divide en dos secciones: ESCANDÓN I y ESCANDÓN II, previsiblemente. La primera se extiende desde Patriotismo hasta Tacubaya;  la segunda, desde Viaducto hasta Hipódromo, donde estuve hace algunos años, presenciando su demolición. Ya sabes: una vez que comienza, todo se desvanece a gran velocidad. Por cierto, es probable que me quede por aquí más tiempo de lo previsto. Me gusta la persistencia de la lluvia (y de otras cosas) en este lugar. Lamento que no puedas venir. Te recuerdo siempre. Beso.

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He venido a ESCANDÓN porque me dijeron que aquí había unos baños de vapor. Pero no los encuentro. Aunque es una zona donde nunca falta el suministro de agua potable (el agua, de hecho, es desbordante), los baños parecen haberse esfumado. Es como si hubieran entrado ya en el Proceso de Amnesia Programada: nadie los recuerda, no se conservan postales de ellos, ni siquiera Internet lanza algún resultado en mis búsquedas. Como si no hubieran sido vistos por nadie, los baños de vapor han quedado olvidados para siempre. Besos vaporosos (pero no evaporados).

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Todo el día explorando los márgenes de ESCANDÓN, donde ni siquiera los lugareños se adentran. Ahí las inscripciones se aglomeran, su trazo se vuelve más agresivo (aunque no sé qué signifique), dejando un rastro de pintura chorreada, como si los Estudiantes de Caligrafía no hubieran tenido suficiente tiempo para darle a los signos los cuidados que se merecen. La atmósfera es densa, las colillas del piso a menudo están acompañadas de condones. Una Zona Roja. Pensaba emprender el camino para visitarte esta semana, ¡pero me he obsesionado con los mensajes crípticos de los muros! Un montón de besos.

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Me he enterado de que algunos escritores y artistas han comenzado a mudarse a la Primera Sección. La llaman ESCANDONAVIA, en un tono insoportablemente snob. Es el proceso natural de la Ciudad de la Demolición. ¡Lo he visto tantas veces! Pero la gente de este barrio (porque éste, ya lo habrás notado, todavía es un barrio) es empecinada, se resiste a la demolición. ¿Será por los nombres de sus calles? Agrarismo, Sindicalismo, Unión… Los Estudiantes de Caligrafía reprodujeron esta pinta por toda la Sección: “No especules nunca”. ¿No es hermosa? Te mando un gran beso.

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Pensaba volver a los márgenes esta mañana, pero esa zona está hoy totalmente sumergida bajo el agua y no queda una sola inscripción a la vista. Así que, contrario a mis costumbres, me quedé en el hotel a ordenar mis notas y comí barbacoa en el mercado. No lo había hecho antes, porque no puedo darme el lujo de enfermar, tú sabes que las consultas de los hospitales se han vuelto impagables. Beso.

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Unas palabras a la orilla del Río Desbordado. Como era previsible, las lluvias torrenciales han devuelto el agua a su lugar: la avenida Viaducto, en cuyo centro hay un cajón de concreto que contiene varios ríos entubados para controlar las inundaciones. Pero el mantenimiento fue abandonado hace años y ahora las aguas han recuperado su nivel. Creo que si aprendo a bucear, adelgazaré un poco. Besos con escafandra.

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Más imágenes desde esta zona repentinamente lacustre: ¡hasta los patos han vuelto! Me pregunto si las inundaciones, los apagones, la suspensión en el servicio de desazolve, las cacas de perro, el aerosol, no serán el principio de un Proceso de Triaje. Lo cierto es que ésta no me parece una de esas Zonas Abandonadas, desprovistas de recursos, olvidadas por las autoridades, donde han terminado por vivir los sin casa, los inmigrantes y los viejos, para luego convertirse en Zonas Prohibidas. En realidad creo que se trata simplemente un lugar lento, un lugar donde todavía es posible advertir las mutaciones, las alteraciones más sutiles, porque corren a otra velocidad. Llueve siempre. Besos en ‘ralentí’.

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En ESCANDÓN, la gente todavía va a la iglesia los domingos. Al salir de ahí, algunos parecen haber alcanzado cierto grado de éxtasis. Por cierto, los muros de la iglesia constituyen una de las pocas excepciones para mi cacería de inscripciones en aerosol. Me he aburrido pronto y me volví al hotel. Los domingos son iguales en todas partes. Te extraño. Besos.

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He vuelto al Muro de las Inscripciones, pero esta vez no he sacado fotos, por precaución. Te envío una postal en blanco, un espacio vacío, como los muros de las zonas blanquedas de la Ciudad. En este muro es distinto: un signo es borrado de manera rudimentaria y tenue y luego re-usado para “escribir”. El signo anterior no desaparece, se reintegra fantasmalmente en la nueva inscripción. Por cierto, he visto cómo los lugareños se organizan en guardias para ahuyentar a los Limpiadores del Programa de Depuración, fanáticos de las paredes impolutas. ¿Cómo estás tú? Besos indelebles.

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Afuera del mercado crece otro mercado, que ha colonizado espontáneamente las aceras. Se trata del mismo proceso de Muro de las Inscripciones. ¿Lo ves? Los espacios no se aniquilan entre sí: se prolonga uno en el otro. Por eso, me gustaría quedarme a vivir aquí definitivamente. Pero me lo tengo prohibido; cuando lleguen las barrenas de perforación será muy doloroso darle ‘reset’, una vez más, a mi memoria afectiva. Besos.

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En el Hotel Escandón para esta semana más Gente de la Deriva. Formamos un buen grupo y la pasamos bien. Como siempre, hemos compartido pequeños trozos de espacios: fotografías, mapas, crónicas, recortes de periódicos viejos, tratando de rearmar el rompecabezas de la Ciudad. Me he enterado, gracias a ellos, de que ha comenzado el desmantelamiento de tu barrio. ¿Por qué no me has dicho nada? Siempre supe que, tarde o temprano, la Súper Vía atravesaría por ahí. Este es el momento para que te decidas y lo dejes todo. De todas formas, terminarás viviendo a la deriva y durmiendo en hoteles, como yo. ¿Por qué no lo haces conmigo? Besos atormentados.

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¡Progreso! Esta calle grita su nombre: todo en ella es actividad y ruido. Espero que te guste esta imagen del jardín público (recién remodelado) y de la biblioteca (recién inaugurada al ritmo de una clase de zumba, un baile aeróbico típico de esta región). También hay una librería en Progreso, pero siempre está cerrada. Es el segundo día soleado desde que llegué aquí. ¿Buen o mal augurio? Besos sin retoque.

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Por la mañana, la Gente de la Deriva hizo un picnic a la orilla del Viaducto, pero fue desalojada por la policía. Tal vez sea un buen momento para pensar en el regreso. Besitos.

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Atraídos por la proximidad del Sector de Artistas Contemporáneos, han empezado a surgir (¡aquí también!) algunas galerías, aunque parecen más bien secretas o menos venerables, pues se encuentran bajo el mismo cochambre de las taquerías sudorosas. Sospecho que el olor a grasa quemada las hará fracasar. Besos a todos.

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Me he mudado a la Segunda Sección porque en la Primera la vida sigue como siempre. Es decir que el desmantelamiento ha comenzado. Ya está ahí, aunque nadie lo vea. Yo lo escuché temprano, desde la ventana de mi cuarto: era el ímpetu de la construcción. Taladros, martillazos, metales crujiendo. Y los silbidos de los albañiles precarizados. Mira bien la postal: en este caso se trata de un simulacro. No han demolido aparentemente nada de nada. Construyen ‘lofts’ detrás de una fachada del siglo XIX. El paisaje de la calle parece intacto. Pero algo se ha disuelto. En primer lugar, ¿qué sucedió con las inscripciones que había sobre la puerta de la antigua casona? Alguien las borró hace una semana. Te seguiré reportando qué porcentaje va quedando de esta región. Muchos besos.

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Estoy ahora en el Hotel Atlante. ESCANDÓN siempre ha sido generosa en hoteles de paso. Son tan baratos y limpios que muchas personas deciden quedarse a vivir en ellos durante temporadas largas. Como yo, que llevo ya tres meses en este sector venido a menos, con orillas de Zona Roja, con condones en las aceras y los recovecos, con Estudiantes de Caligrafía cuyas letras increíblemente angulares asustan a los inversionistas, con basura y garnachas y mal olor, con hospedajes clandestinos. ¿Será por eso que esta zona ha ingresado tan tarde al Plan Quinquenal de Desmantelamiento? En el Monolito Babilónico, este sector parece tan hueco, tan sin plusvalía, que grupos enteros de desalojados pueden mudarse temporalmente a él e instalarse sin temor. En cierto modo, eso mantiene la psicosis general bajo control. ¿Cómo van las cosas por allá? Te extraño. Beso.

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Lamento decirte que todas las imágenes que te he enviado en los últimos meses existen hoy en una especie de vacío, porque ya no corresponden a la realidad. Esta tarde he advertido signos inequívocos de borradura, de desvanecimiento. Para empezar, todas las inscripciones han sido disueltas. De los ejemplares más lindos que te he enviado, no sobrevive ninguna. Como siempre, han actuado de noche. Han traído un ácido potente. Han empezado a hermosear la zona. Pero la peor parte de la Depuración llega hoy a las vecindades, donde las personas son arrojadas sin piedad. Regreso pronto. Besos melancólicos.

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Un recorte de periódico con una noticia para el no-futuro de esta zona: es el pórtico de una galería emergente, rayoneada con furia por los Estudiantes de Caligrafía el mismo día de su inauguración. En un clásico acto de apropiación (idéntico al que llevan a cabo los Sabuesos Inmobiliarios con los espacios que olfatean), el galerista dijo que se trataba de un performance que formaba parte de la muestra. Esta tarde he hecho mis maletas, ansiosa de verte otra vez. ¿Tengo aún a dónde llegar? Besos en la retaguardia.

(VIVIAN ABENSHUSHAN)