‘Crimen y Cumbres’, por @diegoeosorno

Es un enigma el por qué algunos crímenes espantosos producen mucha atención mientras que otros no. Hace unos días un vecino de la zona de Monterrey donde crecí asesinó a su esposa y al hijo que ella había tenido 7 años atrás con otro hombre. El vecino, un policía del municipio de San Nicolás, quemó viva a su mujer y al niño. Ante este crimen, una bebé de un año de edad que el policía había procreado con la esposa que asesinó, quedó huérfana de madre, mientras que su padre está ahora en la cárcel.

Por las mismas fechas, un mecánico fue detenido tras confesar que diez años atrás había iniciado una discusión con su esposa debido a que ésta no quería dejar de fumar. La discusión verbal se convirtió en pelea y el mecánico la molió a golpes hasta que murió. Luego aventó el cuerpo inerte de su mujer a la fosa del taller mecánico que usaba para revisar la parte baja de los automóviles. Echó químicos, cal y grava encima del cadáver y continuó su vida como si nada, trabajando ocasionalmente sobre la tumba clandestina de su esposa, mientras revisaba ejes de transmisión vehicular. Cuando sus ayudantes le preguntaban qué había pasado con su mujer, el mecánico asesino respondía muy serio que se había ido de la ciudad con otro tipo.

Por desgracia, podría seguir sintetizando una larga lista de asesinatos dostoievskianos como estos que han ocurrido en estos meses a mi alrededor y que han merecido escasísima atención. Ambos apenas fueron reseñados en la prensa y televisión locales discretamente durante dos o tres días. ¿Por qué?

Conversé sobre este tema para el semanario El Barrio Antiguo con el escritor y cineasta Gabriel Nuncio y nos dimos cuenta de que entre 2006 y 2014, han ocurrido decenas, quizá cientos de crímenes y los nombres de los asesinos permanecen poco en la mente de la sociedad -más allá, así en genérico, de Los Zetas, que son la fantasmagoría maldita por excelencia en el noreste de México-. Sin embargo, el nombre de un asesino que sí se mantiene en la mente de miles de regiomontanos es el de Diego Santoy Riveroll, un joven de clase media alta que acuchilló a su novia y mató a los hermanitos de esta, para luego tomar carretera y huir de Monterrey en un auto con su hermano hasta ser detenidos ambos en Oaxaca. ¿Por qué el caso de Santoy sí llamó la atención de la sociedad?

Sobre este asunto enigmático reflexionaba junto con Gabriel Nuncio porque él escribió y dirigió Cumbres, película inspirada en el caso de Santoy. (Aquí debo aclarar algo: la película está inspirada en este horrendo crimen, pero es una historia fascinantemente femenina debido a la dirección de Nuncio y a la estupenda actuación de Aglae Lingow e Ivanna Michel).
Resulta enigmático descifrar por qué la memoria colectiva registra los nombres de ciertos asesinos y olvida de inmediato los de otros que actúan con la misma alevosía, saña y demencia.
Aunque si el lector llega hasta aquí, al fin de esta columna, quizá ya conoce la respuesta a este enigma y ahora solo le queda ir a ver la película Cumbres que se estrena en cartelera nacional el 7 de agosto.

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(DIEGO ENRIQUE OSORNO / www.diegoeosorno.com)