“¿Cuál es la construcción más antigua de la ciudad?”

Así como los psicólogos suelen atenderse con otros psicólogos, yo pienso que los cronistas debemos consultar los trabajos de nuestros cofrades, asimismo para curarnos (de ignorancia y soberbia), pero también en busca de inspiración. Es mi caso con las crónicas de Héctor de Mauleón, las cuales me entusiasman como a un adolescente que persigue aventuras. En mayo escribió sobre la primera Catedral de México, de la que se supone que no quedaba ningún resto después de su demolición en 1626. Ahora sé que su portada principal de estilo renacentista sobrevive en la entrada lateral de la iglesia de Jesús Nazareno e Inmaculada Concepción (República del Salvador 119, Centro). Este notición atizó mi curiosidad al grado de querer encontrar la construcción más antigua de esta ciudad, y con ello rendir homenaje a nuestra capital mestiza por los 492 años que cumplió ayer. Tengo que aclarar que en la búsqueda no consideré las zonas arqueológicas de Cuicuilco, Mixcoac, Villa Olímpica, la estación del metro Pino Suárez y el Templo Mayor por tratarse más bien de remanentes de edificios. Lo mismo con los Baños de Moctezuma en Chapultepec. Por consiguiente empecé mi pesquisa hace 492 años, cuando la caída de Tenochtitlan. Esto me puso a pensar en la casa y cuartel general que se hizo levantar Hernán Cortés en el otoño de 1521 probablemente en la zona que hoy llamamos barrio de La Conchita en Coyoacán. En la plaza subsisten la famosa Casa Colorada, en donde se cree que vivió el capitán general de la Nueva España entre 1521 y 1522, y la capilla de la Inmaculada Concepción. Una basa su celebridad en la creencia popular y no en documentos históricos, mientras que la otra se erigió en 1524, es decir que no acumula más años que las capillas de La Concepción Cuepopan (sede de la primera misa, según la tradición) y de Manzanares, ambas en el Centro, o que el templo de Santa María la Redonda en la colonia Guerrero. No imaginé que fuera tan difícil cumplir con mi objetivo. Consulté libros, caminé calles y anoté en mi lista los siete arcos del Tecpan de Tlatelolco, las casas de Misioneros 11 y Rinconada de Jesús 13 en el Centro, el salón donde trabaja el presidente del patronato del Hospital de Jesús, la Casa Colorada en Chalco, el Molino de Santo Domingo y la Casa de la Bola en Tacubaya, e incluso la mencionada portada de la Catedral primitiva; todas en uso, aunque ninguna anterior a 1524. En medio de mi desesperación recibí una invitación para ver una puesta en escena de Salomé de Oscar Wilde en el Centro Cultural Helénico (Av. Revolución 1500, Guadalupe Inn). En ese lugar volví a ver, luego de mucho tiempo, el claustro románico del siglo XII y la capilla gótica del XIV dedicada a San Nicolás de Bari, a los que no había tomado en cuenta en mi investigación. Llamé por teléfono para concertar una visita y conocer estas obras a fondo, pero “como le comentaba no creo que se pueda, además tiene que mandar un oficio a la licenciada y ella no se encuentra en este momento”. Lo de siempre. No importa, después de averiguar un poco me enteré de que el inmueble lo trajo a México un tal Nicolás González Jáuregui en 1954. No fue complicado que estos apellidos me condujeran a mi amiga Mariana, sobrina nieta del coleccionista de arte en cuestión. Ella me relató que la capilla y el claustro son españoles, de Ávila, y que antes pertenecieron al magnate William Randolph Hearst, quien los había llevado piedra por piedra a Nueva York en 1926. Desde hace 34 años, las construcciones en pie más antiguas de la capital mexicana (a mi juicio) forman parte del Centro Cultural Helénico. Supongo que la licenciada estará al tanto. Pero también podríamos enviarle un oficio.

(JORGE PEDRO URIBE LLAMAS)