“De circos y cirqueros… “, por @lucianopascoe

Recuerdo, en la época de La Feria del Hogar, que siempre había ferias y circos por todos lados, en las Plazas de los pueblos, de las delegaciones. Recuerdo que en remolques de trailers tenían a los ‘monstruos’: gallinas de tres patas, víboras de dos cabezas, cabras de 7 cuernos, y todo lo adicional. Me mataba de la intriga como conseguían esos animales, siempre estaban metidos en corrales miserables con comida poco apetitosa. Pero nuestra conciencia sobre el maltrato era mínima.

Fui al circo unas 5 veces en la vida, a ese que se autodenominaba: Circo Chino de Pekín (sicazo), y anunciaban en radio con estridencia. Ese que se ubicaba en Buenavista, Buenavista, Buenavista. Siempre sus animales lucían tristes, lentos. Poco entusiasmados digamos. No puedo decir que me atormenta que impidan esos espectáculos en el DF.

Pero los circos han sido parte central de la historia de la humanidad. Hasta de su estandarización cultural.

Los circos inician hace mas de tres mil años como un mecanismo de transmisión cultural. Primero con acrobacias y malabarismos, pero con historias, cuentos, teatro épico que iba narrando de pueblo en pueblo pedazos de la historia, trozos de la ida del mundo antes de la era de los libros, de la cultura global.
Desde China hasta los Aztecas, pasando por Grecia y Roma, la antigüedad aprovechó y uso algún tipo de espectáculo itinerante para transmitir cultura,  ideas, religiones e historia.

En la edad media toma su forma contemporánea y se convierte en una forma hasta de educación, oportunidades únicas para ver animales de rincones lejanos, escuchar narraciones épicas sobre la antigüedad, y excusa para reír con payasos, cojos, ciegos o jorobados, risas que hoy serían en extremo incorrectas.
Luego vino la versión que hoy nos anima a todos: el circo sin animales, como el Cirque du Soleil, sus acróbatas exquisitos y sus producciones impresionantes.

Así que, a pesar de todo, es imposible defender el negocio de los circos con animales. Basta darse una vuelta  ver los circos que se instalan en la periferia de la ciudad, en lotes baldíos y ver cómo, tras bambalinas, tienen al elefante, el camello, el tigre, encerrados, hacinados, jodidos.
Por eso esta ley aprobada en el Distrito Federal que prohíbe los espectáculos con animales, no tiene muchos ángulos para tumbarla, pero si para criticarla.

Para empezar no reo que todos los espectáculos son lo mismo: por ejemplo ¿qué hay de la charrería? Es un espectáculo con animales. ¿Está prohibida? Eventos como los espectaculares ‘circos’ de caballos, que sin duda no se ven en absoluto desnutridos o maltratados, ¿están proscritos?

Pensar que esta ciudad se acercó a un debate sobre la violencia animal, la crueldad con ellos, por esta resolución es un engaño digno del legislativo. Pero no de la sociedad.
Esta ciudad tolera a dueños de mascotas infames que mutilan a sus perros por motivos estéticos (como dato los doberman NO nacen con orejas puntiagudas), tolera tiendas de mascotas que son peores que cualquier circo. Basta ver a los cachorritos pisando su orina y revolcándose en sus heces de un +Cota. Espectáculos grotescos los que ofrecemos no cuidando en absoluto los pocos espacios de conservación y vida silvestre que quedan en la ciudad, como Xochimilco, Tlalpan, el Ajusco y el Desierto de los Leones. ¿Dónde esta el trabajo legislativo para poner en movimiento un proceso de protección y reactivación de especies locales en sus hábitats?

El problema de estas leyes es que son para el show. Para el deslumbrón. El debate animal no empieza y termina ahí, y si el interés ultimo fuesen los animales emitirían una ley de protección animal transversal. Una que no va contra un sólo tipo de negocio, va contra el maltrato en toda la línea.

Así que, muy bien que le den duro a los circos, pero no dejemos que este debate tenga ese final, porque los circos son irrelevantes en la larga cadena de miseria que les tenemos a los animales.

(LUCIANO PASCOE RIPPEY / @lucianopascoe)