De gastos y gustos, por @afuentese

Celu y yo tenemos un juego recurrente: “¿Qué trae taxista?”. Celu disfruta descubriendo la parafernalia que acompaña el camino de prácticamente todos los señores del volante: el zapatito colgado en el retrovisor, la calcomanía de su equipo de futbol, el peluche en el tablero y, el rosario, el más común de los “accesorios”. Obvio que los más gustados por la infanta son los peluches, algunos taxistas incluso le han regalado juguetes que cuelgan del parabrisas (un poco mugrosos, sí, pero el gesto es lo que vale).

 Todavía no me ha tocado ningún estrafalario como el Mambo-taxi de Almodóvar (¿recuerdan Mujeres al borde de un ataque de nervios?), pero sí que hay algunos bien apertrechados con revistas, chicles y fruta para compartir.

Algunos incluso comparten sus chuchulucos, y ofrecen chicles, caramelos y demás golosinas. Ninguno me ha ofrecido un kleenex para secar mis lágrimas, pero seguro que no falta el generoso.

Eso sí, toda costumbre tiene su excepción y hay taxistas ascéticos: nada, ni un radio para resistir la modorra de la congestión vial, ni una gafas para protegerse del sol que les arruina la piel y la paciencia, ni un trapo para limpiar o limpiarse. Nada colgando del retrovisor, ni un peluche en el tablero. Na-da.

Así es Sergio, el taxista “sin adornos”. Este es un #taxi austero y su chofer, supongo, estoico; ni una botella de agua, ni una triste cajita de kleenex, ni la típica franelita roja, lo único “extra” es su teléfono celular. De unos 70 años, Sergio nos contó que había regresado 64 celulares olvidados en el asiento trasero de su auto: “Y a mí los clientes me han robado dos”, remata. La moraleja se explica sola.

A los taxistas (a muchos al menos), les gusta hablar. Así que cuando mi hija y sus impertinentes cinco años le preguntaron a Sergio “¿por qué no trae nada?, el señor atajó rápido: “Porque no me gusta”.

Para distraer la conversación, pregunté entonces a Celu qué cosas no le gustaban a ella, esperando una respuesta tipo: lentejas o puré de papa.. pero me sorprendió con un: “No me gusta que me empujen, que me saquen la lengua o que me escupan”.

Sergio intervino entonces diciendo que a él no le gustaba que los clientes “abusaran”, ¿y qué es abusar?, pregunté ya sin prever respuesta: pues los que azotan la puerta, ensucian “la unidad” y se roban los teléfonos. Así que #tomenota, y la próxima vez que aborde un #taxi, no sea un cliente abusón.

 (ALMA DELIA FUENTES)