Dicen que la corrupción mata

Lo intenté, pero debo confesarles que no pude evitar la tentación de contar lo que ha pasado estos días en Rumania y establecer un fácil paralelismo con lo que hemos vivido en México.

Y ni modo de no hacerlo, si leo que el primer ministro de aquel país renunció ante las protestas populares que se han desatado a raíz de un incendio en una sala de conciertos.

Resumo el caso: el viernes pasado murieron 32 jóvenes por un incendio que se produjo a medianoche en esta sala, llamada club Colectiv, donde unas 500 personas asistían a un concierto de rock. Según las versiones de diferentes medios, hubo fuegos artificiales en el show que no debieron usarse y que encendieron parte del techo. Las llamas se propagaron rápidamente.

Cito un párrafo de la nota que publicó este martes El País: “El Colectiv no tenía permiso para grandes aforos, no disponía de las salidas necesarias y usaba materiales inadecuados de construcción y aislamiento. Pese a eso, era una de las salas de concierto más populares de la capital”.

¿A poco no es fácil el paralelismo?

El salón pudo permanecer abierto gracias a la corrupción. Les permitieron funcionar sin los permisos debidos, sin lo básico que marca protección civil, y el resultado, por desgracia, era de esperarse.

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“La corrupción mata”, le dijo un joven de 16 años, uno de los sobrevivientes, a María Sahuquillo, enviada del diario español, quien también narra: “Pagar por recibir permisos de construcción, por acelerar un trámite burocrático, por un examen médico gratuito, por recibir una educación adecuada, dice Voicu, es tan habitual como respirar. De hecho, una encuesta reciente revela que dos tercios de la población se han ayudado de este sistema, que gangrena la Administración del país, el segundo más pobre por detrás de Bulgaria”.

Por eso digo: cómo no caer en la tentación de hacer un paralelismo facilón.

Pero el paralelismo ahí acaba. Enojados, los rumanos salieron a las calles y decidieron protestar en contra de las autoridades que permitieron que el salón operara. Y el primer ministro renunció.

Siendo justos, no fue ésta la única razón. Ya había denuncias de corrupción en su contra y otros elementos que abrieron la puerta a la renuncia. Pero lo cierto es que cayó gracias a las protestas populares y a que el propio funcionario asumió la responsabilidad política por lo ocurrido.

Aquí podríamos hablar del NewsDivine, donde murieron 12 personas. O antes, en el Lobohombo, donde murieron 22. En estos casos se sumaron corrupción e ineficiencia. Ninguno de estos casos terminó con la carrera política de alguien.

Peor, ni siquiera son los casos más emblemáticos. Podríamos mencionar otros en donde la corrupción ha matado gente o provocado grandes daños, sin consecuencias para nadie. Ahí están los pasos de los huracanes Ingrid y Manuel hace más de un año.

Por eso me parecía inevitable el paralelismo.

Pero siempre insistiendo: ese paralelismo termina cuando ves que, en Rumania, fue la gente la que salió a exigir que se asumieran responsabilidades.