El domingo, marcha. ¿Y el lunes?

¿Ya saben, verdad? Este domingo hay marchas en una veintena de ciudades en contra de la violencia hacia las mujeres.

En la Ciudad de México, varias de estas movilizaciones –que salen del estado de México- tendrán como punto de reunión el Monumento a la Revolución para de ahí partir, hacia las 2 de la tarde, al Ángel de la Independencia.

Quisiera pensar las razones para salir a la calle sobran: 80% de las mujeres se sienten inseguras de transitar por la CDMX; 50% han sido agredidas sexualmente de alguna forma; cada año se denuncian un promedio de 15 mil violaciones y sólo el 10% de los responsables son sentenciados; 44% de las mujeres han vivido algún episodio de violencia en una relación conyugal…

Los números hablan por sí mismos, porque cada mujer sabe lo que significa la violencia cotidiana y, peor aún, el calvario que viven cuando lo denuncian.

Hace unos días, en Animal Político publicamos una “guía” para denunciar acoso en transporte público. Las respuestas de lectoras fueron demoledoras.

Adriana nos escribió contando que, cuando fue víctima de una agresión, el policía me dijo que era mejor que “el tipo me diera dinero y no hacer grande la cosa”. Como rechazó el ofrecimiento, tuvo que esperar 40 minutos en la estación del Metro, dos horas en la procuraduría y otras tantas con el ministerio público. “Me sentí tan sola y presionada”.

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María narró que presentó su denuncia y decidió seguir el proceso, pero como el “MP les dio mi domicilio, me cayó su familia rogando que lo perdonara. Lo hice porque me dio miedo que supieran dónde vivía”.

O Carolina, que escribió cómo el policía dijo que el tema “no era de su competencia” y que ella seguramente estaba exagerando.

Por esto, el domingo nos toca marchar, pero quisiera pensar que a las autoridades les toca el lunes salir a escena, sin importar cuántas mujeres salgan a las calles.
Ese día espero -habrá que exigir- algún anuncio que apueste por incidir o resolver temas urgentes. ¿Qué harán para capacitar policías o ministerios públicos? ¿Cómo vamos a medir los avances? ¿Qué garantías legales y procesales tendrá una mujer que decida denunciar?

O en otro terreno: ¿apostamos por programas educativos que incluyan este tema? ¿Debe haber una capacitación especial a los maestros, no sólo para que ellos no acosen, sino además para que enseñen, eduquen?

Pendientes hay muchos. Y una buena parte de ellos pueden tener una solución vía política pública.

El lunes esperemos, exijamos una respuesta.