“¡Échenles el coche encima!”, por @Warkentin

Hasta parece que defiendes a los maestros, me reclamaron. Y todo por haber comentando, en un espacio radiofónico, que desde los medios de comunicación nos estaba costando trabajo contar una historia equitativa del conflicto magisterial que tiene colapsado a partes de la Ciudad de México. Y lo sostengo: nos está costando trabajo.

Las manifestaciones en la Ciudad de México son nota., son vistosas y hasta espectaculares. Dan para buenas imágenes. Y no, no existe una única que retrate el movimiento “tal cual es”. Quienes exigen “objetividad” al periodismo, están atrapados en una discusión superada. Lo que debemos exigirle al periodismo es que sea equitativo; lo otro es quimera.

Toda imagen, toda narración, son también editorializaciones: se toman desde una perspectiva y con un fin. La fotografía de un maestro, desparramado sobre una silla plegable, con un aparato electrónico en las manos, en medio de los carriles (vacíos) de Reforma (que permite intuir el caos que existe en las calles donde sí se circula), es contundente. Como lo son las fotografías de los viajeros a pie, con maleta en mano, para tratar de librar el cerco y llegar al aeropuerto; o los empleados que caminan largos trechos para llegar a sus oficinas; o los maestros sacando tubos de las vallas para… algo. Esa parte de la historia, hay que reconocerlo, es fácil de contar. Porque ahí está. Se despliega. Es espectacular.

Sólo que nada interesante surge cuando quedamos atrapados en la planicie del argumento único. O cuando la vocación de linchamiento es tal, que ni la forzada entrevista al líder de los que protestan… la maquilla.

Más allá de medios y comunicadores con abierta dedicación a la descalificación de una de las partes, reconozco que es difícil trazar un mapa complejo de lo que está sucediendo. No ayuda que los maestros no tengan voceros claros ni asertivos, y que a estas alturas se haya deslavado el motivo de la protesta hacia narrativas simplistas del “todo o nada”. No ayuda que quienes tienen las bocinas mediáticas más escandalosas sean pródigos en calificativos descalificativos (y mi redundancia es menos ofensiva). No ayuda tener a una ciudadanía que más que informarse, busca confirmar sus percepciones. No ayuda que los reporteros, desde su inevitable humanidad, también terminen presas de la estridencia de la calle. No ayuda que hayamos eliminado al otro de nuestro entorno.

Alguien me dice: “deja de explicar, mejor ¡échenles el coche encima a esos #@|!$%|!”

Y no puedo dejar de pensar que todo esto, toooodo, es expresión también de nuestro fracaso social.

Disculpen, no amanecí muy optimista.

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(GABRIELA WARKENTIN)