El año de Hidalgo

Como cada tres malditos años, el arribo de los nuevos jefes delegacionales a edificios huecos sucedió de nuevo. Las y los delegados electos por Morena, del PAN y en menor medida del PRI han denunciado públicamente que hallaron oficinas sin muebles, computadoras o equipo o que, en el mejor de los casos, todo era obsoleto.

Los salientes, todos del PRD, entregaron las delegaciones como las encontraron no sólo hace tres años sino desde 1997, cuando el primer jefe de Gobierno designó 16 jefes delegacionales para recibir las oficinas de manos del Departamento del Distrito Federal. 

El saqueo no es una práctica nueva, ni nos sorprende -hasta tenemos un dicho muy popular, el último año de cada administración es “el año de Hidalgo -pendejo el que deje algo-”.

Uno puede discrepar con posiciones de unos aquí y otros allá, pero el vacío que dejaron los gobiernos salientes refleja un problema de la ciudad: no hemos aprendido a vivir en la pluralidad política.

Morena –lo mismo que el PRI y el PAN– ganó posiciones y hoy ese partido ocupa gobiernos. Los mexicanos, gobierno y ciudadanos, debemos entender nuestra realidad; necesitamos aprender a dialogar y construir con otros (sean de PAN, PRI, PRD, Verde o Morena) posiciones en común.

Aun cuando nos caigan mal, aun cuando sean nuestros detestados parientes lejanos (el caso entre el PRD y Morena), el diálogo y el reflejo democrático deben ser inequívocos, incuestionables. El primer principio para una buena entrega de administración debe ser sencillo: entrego algo que NO es mío, que es de la gente.

A la oposición del Distrito Federal, lo mismo que al propio PRD, le corresponde ser responsable. Todos, oposición incluida, somos parte de esa pluralidad.

Nuestra ciudad ha tenido muy poca vida democrática real. A diferencia de los estados, donde los congresos y cabildos son contrapesos de los gobernadores y alcaldes; el DF no había tenido hasta ahora esa necesidad.

Antes de 1997, el PRI gobernaba sin atender voces ajenas; después lo hizo el PRD-Morena.

La izquierda no logró construir en 18 años una cultura democrática siginificativa, hacia adentro o al exterior, y se cobró la derrota en cinco delegaciones de la misma forma en que la pagó en el Distrito Federal en la primera elección. Con sillas rotas, computadoras inservibles y oficinas vacías.

Nos debemos acostumbrar a que los partidos van y vienen, los funcionarios también. Es demasiado costoso para los ciudadanos que los partidos dejen las oficinas en estas condiciones y tener que readecuarlas cada trienio, además del costo de recibir una delegación en la que no se puede saber a ciencia cierta qué pasó en los últimos tres años. 

Porque al final del camino, esas delegaciones son nuestras, no de ellos.