El arte de la fuga

Había intentado escapar, como lo hacemos tarde o temprano todos los mexicanos, pero, igual que el Chapo, caí de nuevo. Tal vez porque en el fondo no hay escapatoria, porque a todos nos llega la cadena prometida.

Quería escapar del pedestre romance entre el Chapo Guzmán y la ‘Reina del Sur’, anhelaba huir de las transas de Humberto Moreira, quería evitarme el dolor de hablar de Veracruz y de Arcelia, el pueblo donde nació mi madre. Quería comenzar el año guardando un saludable silencio en esta época en la que todos hablamos pero nadie escucha.

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Quería llorar en silencio a David Bowie y volver a escuchar su música como una manera de invocarlo. Desde el épico Ziggy Stardust hasta su réquiem Blackstar, pasando por Space Oddity, Earthling y The man who sold the world. Deseaba más que nunca revivir su arte mutante en este mundo secuestrado por la mismidad y pensar por un instante, gracias a los efectos narcóticos de su música, que podemos ser héroes sólo por un día.

En medio de este enero triste quería releer mis libros favoritos de Michel Tournier, ese religioso de las letras que se nos acaba de ir, y agradecerle cada novela y cada cuento que escribió en su imprescindible existencia. El profundo y entrañable tratado sobre el individuo que es Viernes o los limbos del pacífico, la bella reflexión sobre las imágenes y los mitos que constituye La Gota de Oro, y el legado maravilloso de historias y reflexiones que nos legó en libros como Medianoche de Amor, Gilles y Juana, El espejo de las ideas, El árbol y el camino y El vuelo del vampiro, entre otros.

Quería también escapar a todo ese ruido mundano para recordar a gusto al querido Lalo Tex, guitarrista emblemático de la banda Tex Tex, que no era otra cosa que Texcoco Texcoco, quien fue uno de los más grandes histriones y compositores que iluminaron la escena de rock urbano en México las últimas décadas. Autor de grandes canciones como Te vas a acordar de mí, La plática, El toque mágico que, si la situación de México fuera más justa con su talento, lo habrían hecho por lo menos millonario. Era un tipo divertido y con un genial sentido del humor. Nunca olvidaré la narración que hacía a la mitad de su canción La calle 16 que siempre hacía que el público se cayera a carcajadas.

Quería escapar. Lo intenté, les juro que lo intenté pero me atraparon. Las cadenas invisibles que te hacen pagar la renta, comida, pensión y mezcal para soportar el tipo de cambio. Las noticias sobre las que uno tiene que tener una opinión. El mundo de siempre, cada día más devaluado, cada día más hermético y monotemático, desafiando a los escapistas de siempre. Como yo.