EL DEMONIO CACA DE PEÑA

Hace unos días descubrí  Los Demonios Caca, una bella historia ilustrada sobre esa sombra que mientras más escondemos más crece, si no la domesticamos. “Todos llevamos un demonio caca por dentro, es nuestro lado oscuro, nuestra sombra negativa. Y debemos escoger si permitimos que nos invada y le entregamos nuestra vida para que sea él quien la gobierne, o si lo domamos, lo domesticamos y vivimos con él, volviéndolo inofensivo”, indica la contratapa del libro de Fabienne Loodts.

Dimensioné el cuento cuando un corresponsal extranjero me contó que en su diario no les interesaban los temas de corrupción en México hasta el escándalo de “La Casa Blanca” de Peña Nieto y su esposa. “No les pierdas la pista”, le pidió su editor convencido de la transa por el reportaje de Aristegui Noticias y por las maniobras con las que la pareja presidencial quiso zafarse del “pecadillo” de 86 millones de pesos regalados –perdón, fiados- por el contratista consentido, quien (¡oh, coincidencia!) iba a ganar la licitación del tren México-Querétaro.

No me quedó duda: “La Casa Blanca” es el Demonio Caca de Peña&Co., esa sombra oscura que todos vemos por más que quieran desaparecerla. La noticia marcó su presidencia: cuando pensamos en el peñismo vemos el conflicto de interés que termina en corrupción.

Ésa es, quizás, la única verdad admitida por todos los mexicanos.

Esta Verdad Histórica no sufrió la suerte que aquella que Murillo “El Cansado” intentó sembrar sobre Ayotzinapa. “La Casa Blanca” no propició debates que calcularan si La Gaviota trabajó desde niña y ahorró sus domingos para comprar la mansión, o si ganaba más que Lucero, Thalía y López Dóriga juntos. No generó pasarelas de funcionarios bravuconeando por tele. Ni siquiera la empañó la actuación de La Gaviota reclamando sus bienes como La Patrona o el silencio de los medios amaestrados.

Ésta no necesitó que la descubriera una comisión de expertos para convertirse en Credo: surgió en un espacio de periodismo independiente y crítico liderado por Carmen Aristegui, gracias a la curiosidad de un periodista, Rafa Cabrera, sospechosista de la mansión que La Gaviota presumió a Hola!, y acompañado con el metódico Daniel Lizárraga, e Irving Huerta y Sebastián Barragán, hicieron un riguroso ejercicio de cotejo de información, búsqueda de huellas y seguimiento pormenorizado.

La conductora pagó la osadía: el equipo fue despedido, ella fue obligada a renunciar, y le cerraron el paso al juicio en México (ya elevó la queja al sistema interamericano de derechos humanos).

Para deslindarse de su monstruo, Peña nombró a un empleado para que montara otra fallida comisión de la verdad que lo declaró exonerado.

Pero el Demonio Caca reapareció el mero día del Informe Presidencial y se llevó el premio nacional de periodismo; la semana pasada se le vio enrumbado en Colombia, donde recibió el premio García Márquez a la mejor cobertura iberoamericana; ahora pasea abrigado por Noruega, premiado entre las 12 mejores investigaciones periodísticas del mundo. ¿Moraleja?: Si el Demonio Caca se oculta, se crece.