El kínder, la miss, el maltrato y un video

Estalló como suelen hacerlo los temas en las redes sociales: de pronto. Y también, como siempre, el episodio mostró lo bueno y lo muy malo de todos nosotros: en medio de insultos se fueron ahogando las mejores intenciones. Pero vamos por partes. Por Twitter y Facebook circuló hace unos días un video de unos cuantos segundos de duración. En él se alcanza a ver a una mujer que zangolotea a un niño pequeño y le grita que está vivo y lo vuelve a sacudir y le sigue gritando. La persona que tomó el video, Mariana Cornejo, explica que se trata del kínder Caracola Montessori, ubicado en la Colonia Nápoles de la Ciudad de México, y cuenta cómo llevaba tiempo tratando de cazar a alguna de esas maestras en sus “frecuentes maltratos a los niños”. Trazar el vector viralizador de un contenido no siempre es fácil, pero lo cierto es que en pocos minutos buena parte de mi línea de tiempo en Twitter parecía estar hablando del tema [contribuyó a esto, sin duda, el poder del retuiteo de la cuenta @LaNapolesDF]. Hablando. Opinando. Indignación y enojo: en contra de la maestra zangoloteadora, de las autoridades que no vigilan, de los padres que no cuidan a sus hijos, de los vecinos que voltean a otro lado. Aplausos y reconocimiento: a Mariana Cornejo, su valor de grabar la escena, su interés por difundirla. Luego apareció la tele [sólo así se cierran los círculos virtuosos de la comunicación 360º] y vimos a unos padres de familia narrar otros maltratos previos en ese mismo kínder, en el mismo lugar y con la misma gente. Más indignación. Más gritos. Todos contra la Miss y el kínder. Entonces me metí a leer. Abrí la liga al video, lo volví a ver. Me detuve en los comentarios de los internautas. Los más sutiles abogaban por “partirle la madre a la maestra”; en el extremo los que gritaban [en las mayúsculas de la etiqueta en red] que “si esa pinche vieja le hace algo así a mi hijo, yo le desgarro el ano!!!!” Entonces me puse a pensar. Sí, el uso de las redes sociales puede ayudar a combatir lo peor de nosotros al exhibir el abuso, las injusticias. Y me sumo al aplauso: ¡bravo, Mariana! Pero las redes exhiben también lo otro peor de nosotros: la virulencia, la agresividad. Algo así como un ojo por ojo a golpe de 140 caracteres. Así somos, pues. Y no, las redes sociales no tienen la culpa.

(GABRIELA WARKENTIN)