Empacho de escándalos, por @mariocampos

Estas elecciones podrán ser recordadas de varias formas pero sin duda una de ellas es como las contiendas de las grabaciones ilegales. Tan solo en un ejercicio de memoria recuerdo  haber visto o escuchado conversaciones de Claudia Pavlovic de Sonora, Ivonne Alvarez de Nuevo León, Ricardo Monreal del DF y Lorenzo Córdova del INE.

A esa lista habría que agregar la publicación de documentos que acreditan presuntos malos manejos del Gobernador de Sonora, el de Nuevo León, el exdelegado del PAN en Benito Juárez, el candidato del PRD a Michoacán y así hasta completar una relación que seguro tendrá nuevos miembros de aquí al 7 de junio.

Ya he apuntado en otros espacios los riesgos de la sociedad del escándalo para los ciudadanos. Como no hay sanciones reales, todo queda en meros desahogos tuiteros o de pláticas de café que no generan conductas que impidan que los abusos vuelva a ocurrir.

Pero ahora quiero advertir sobre otro efecto: la normalización de los escándalos los ha vuelto inútiles como armas políticas. En primer lugar, porque para que un caso llegue a marcar la agenda, resulta casi un asunto de azar. Si para la mala suerte de los filtradores se revelan el mismo día otras grabaciones – como ya ha ocurrido en este proceso electoral –  entonces la duda es cuál será capaz de sobrevivir.

A eso se suma que es tal la cantidad de información negativa que se arrojan unos a otros que es casi inevitable suponer que todos son iguales, en todo caso unos peores que otros, más burdos, más cínicos o más torpes, pero al final todos formados del mismo material. Lo que en los hechos vuelven irrelevantes a los escándalos pues ya no son un diferenciador importante.

Ya sea porque no nos enteramos en medio del universo de noticias, porque la atención pasa muy rápido al siguiente escándalo (o balacera o tornado) o porque no tenemos tiempo de verificar qué es real y qué no – por lo que terminamos por dar por cierto lo que ya creíamos de antemano – lo cierto es que este recurso ha experimentado un desgaste enorme.

¿Qué implicará esto en las luchas políticas futuras? No lo sé. Quizá que en próximas elecciones se busquen denuncias aún mayores que despierten todavía más indignación. O se asuma que la dinámica de las grabaciones y filtraciones no va a ser la diferencia para los electores, lo que obligará a candidatos y estrategas a buscar otro tipo de fórmulas para persuadirnos de por quién votar o por quién no hacerlo.

En todo caso, tengo la impresión de que este empacho de escándalos tendrá consecuencias que todavía están por verse.

(MARIO CAMPOS)