Esos del valet parking, por @alexxxalmazan

Un día me tocó ver cuando el tipo del valet parking raspó la defensa de mi auto y, aún así, lo negó. “Ya lo traías, ya lo traías”, dijo no sé cuántas veces y no me pagó. En otra ocasión, un viejo se aventó en reversa como cien metros y, antes de que me entregara el carro, puso cara de quien ha hecho un acto heroico. “¿Tiene buena suspensión, no?”, le dije un algo molesto. No sé si entendió o le importó un carajo, pero me pidió propina. “Se lo traje rápido, jefe”, decía y yo pensé que el tipo podría aparecer en la saga de Fast & Furiuos.

Hubo una vez, también, que esperé casi una hora porque ninguno de los valet sabían dónde estaban mis llaves, en otra no aparecía el coche y no ha faltado el que ha intentado (con éxito) cobrarme de más. “Aquí en el boleto dice 25 pesos”, le hice notar hace poco a un valet que me pidió 40. “El boleto que te di es de los viejos, los nuevos ya tráin la nueva tarifa”, me explicó. “¿Y dónde están los nuevos?”. “No nos los han mandado”, dijo y luego dio por terminada la discusión: “Son cuarenta pesos”.

Con los valet he perdido (por no decir que me han robado) una llanta de refacción, un suéter, dos IPod, un tapón y, hace apenas unos días, un pinche llavero que no me costó más de diez pesos.

Algún tiempo llegué a pensar que los valet eran mi maldición. Pero no. Son la maldición de muchos. A una amiga, por ejemplo, la hicieron esperar más de dos horas. En ese tiempo le dijeron cosas así: “ya lo tráia, señorita”, “no lo encontramos, señorita”, “es que uno de los valet se lo llevó porque fue a dejar a un cliente que estaba tomado, ya no tarda”, “el chavo chocó su coche, señorita, está en Santa Fe”. A mi roomie también le entregaron su carro con la portezuela rayada. “Ese rayón ya es viejo; ira: hasta tiene mugre, si fuera reciente se sentiría la pintura”, se justificó como si fuera perito.

En internet he leído sobre todo tipo de valet: el que bebe durante el trabajo, el que le grita a los clientes, los que se han apropiado de los cajones donde se paga parquímetro, los que se roban hasta un alfiler, los que, más que preguntar, le avisan a uno que lavarán el carro, que traen el paquete por dentro y por fuera, pero el lavado y el encerado es lo único que hará ver bien a nuestro jodido carro. Y también del tipo de valet, cuyo empleador no le da ningún sueldo y solo depende de las propinas, de la lavada y de lo que pueda agarrar.

Pedirle a Miguel Ángel Mancera que meta en cintura a las empresas de valet parking es imposible. Nuestro alcalde está muy ocupado sabe dios en qué. Así que solo resta esperar ese día en que podamos contar que tal valet devolvió la tarjeta de crédito que encontró entre los asientos, que fulano aceptó haberle pegado al carro y quiere pagar a la brevedad, que mengano manejó nuestro auto con el cuidado de quien trae una bomba entre su manos, o que equis, ye o zeta impidieron que uno de sus compañeros se robara alguna autoparte, discos, perfumes, lentes o un piche llavero de no más de diez pesos.

(ALEJANDRO ALMAZÁN )