“Fe en el futuro”, por @drabasa

“Incluso aquellos que nominalmente siguen credos más tradicionales se apoyan en la fe en el futuro para no perder la compostura mental.”

John Gray

En el magistral relato “An Outpost of Progress” [“Una avanzada del progreso”], Joseph Conrad describe una escena aterradora: después de haber sido abandonados prácticamente a su suerte en el corazón de África, ubicados en una estación dedicada al tráfico de marfil de la Great Trading Company, dos hombres encuentran la muerte de forma trágica (un asesina al otro y luego se cuelga de una cruz de madera). Los protagonistas, postrados ante una tierra salvaje que “se hacía cada vez más extraña, más incomprensible a través de esos misteriosos vestigios de la vigorosa vida que contenía”, pronto comprendieron que no eran más que “dos individuos perfectamente insignificantes e incapaces, cuyas existencias sólo son posibles a través de la gran organización de la multitud civilizada”.

En este año en el que estarán de moda las efemérides literarias (se cumplen cien años de los natalicios de Octavio Paz, Efraín Huerta y José Revueltas), los 90 años del nacimiento de Joseph Conrad deberían de ser un motivo suficiente para regresar a la obra del escritor polaco. Es imposible reducir la vasta y profunda obra de Conrad a un tema, pero sin duda uno de los que mayor vigencia tienen en los tiempos que corren es la forma tan clarividente con la que atacó la noción del progreso sobre la que el mundo occidental comenzaba a cimentar la justificación de su desarrollo. Maniacodepresivo, propenso a ataques de ira, que dominaba el idioma en que escribía (inglés) como si poseído por un extraño Dios pero que era incapaz de articularlo correctamente por la vía oral, cubierto de achaques y contradicciones, siempre con el agua hasta el cuello obligado a perseguir el dinero suficiente para vivir, Conrad muy pronto atisbó los peligros de enarbolar el progreso y sus manifestaciones como una especie de nueva religión que justificaba el avance del hombre (occidental) por el mundo.

No es fácil argumentar que un mundo en el que la noción de justicia se ha transformado en una quimera retórica y vacía sometida a los designios de las cúpulas de poder, la corrupción se ha enquistado como un mal endémico al sistema en el que estamos inscritos, la esclavitud y la explotación son padecidos por millones de personas en todo el mundo (y podríamos seguir varias páginas más) puede asociarse a un concepto como el progreso. La obra de Conrad nos sirve para reflexionar acerca del lugar al que nos dirigimos cuando decimos que vamos hacia delante.

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(DIEGO RABASA / @drabasa)