Fórmula 1 y James Bond

Esta fue mi única interacción con el Gran Premio de México: a las tres y media de la tarde del pasado viernes salgo de la Terminal 1 del aeropuerto de la ciudad y tomo un taxi rumbo al poniente de la ciudad.

El taxista me advierte que habremos de hacer un rodeo enorme para evitar el congestionamiento provocado por la interrupción del tráfico alrededor del autódromo Hermanos Rodríguez. Me dice que hemos tenido suerte. Sus compañeros de la Terminal 2, que está más cerca, están prácticamente parados: entrar y salir de allí es casi imposible.

Luego, el domingo, terminado el premio, escucho y veo en casi todos los medios alabanzas y congratulaciones. La Fórmula 1 se considera un logro para el país.

El pasado lunes en la noche leo sobre la premiere de Spectre, la película de James Bond que sucede, en parte, en el Zócalo capitalino. Entrevistado por un periódico, el actor Christoph Waltz, quien interpreta al villano de la cinta, habla del cosmopolitismo de la ciudad. Miguel Ángel Mancera declaró que nombraría a Daniel Craig ciudadano distinguido.

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Entiendo que la ciudad se quiera colgar las medallas de ser sede de dos franquicias internacionales. En el caso de la Fórmula 1, representa sobre todo un gran triunfo para CIE, la compañía organizadora de conciertos, que juntó una enorme cantidad de recursos y relaciones públicas para que el evento saliera tan bien.

Entiendo también los beneficios para la imagen de la ciudad,  siempre en problemas por su reputación como violenta, sucia y sobrepoblada.

Según una nota de Forbes Magazine, el regreso de la Fórmula 1 en México costará 360 millones de dólares para el ciclo que va de 2015 a 2019. CIE pagará 150 millones; el gobierno federal pondrá 210 millones.

De acuerdo con la misma nota, 60% de los campeonatos de Fórmula 1 se realiza en las naciones más ricas del planeta; países más pobres pero con deseos de aumentar su reputación internacional pagan grandes cantidades por el evento. Y con razón: la Fórmula 1 atrae una audiencia de 11 mil millones de televidentes. Países que han organizado el evento reportan un aumento de 351% en su turismo.

Lo que me cuesta más trabajo es, como siempre, contrastar estas, que parecen buenas noticias, con la realidad circundante. Sólo espero que los vecinos de Iztacalco, donde está el autódromo, una de las delegaciones más pobres y sobrepobladas de la ciudad, puedan ver algo más que el aumento del tráfico en los días del evento, y que los vecinos que amenazaban con boicotear el evento por falta de agua en la delegación encuentren mejores servicios públicos. Por lo menos esto. Pedir que esta ciudad tenga una visión de largo plazo sería ya mucho pedirle a la Fórmula 1 o a James Bond.