‘Fusiles y muñecas’, por @monocordio

“Juan y Margot, dos ángeles hermanos/que embellecen mi hogar con sus cariños,/se entretienen con juegos tan humanos/que parecen personas desde niños./ Mientras Juan, de tres años, es soldado/y monta en una caña endeble y hueca,/besa Margot con labios de granado/los labios de cartón de su muñeca”. 

Cómo he recordado estos días ese bello poema de Juan de Dios Peza que retrata la inocencia de los juegos infantiles, de la espada y de la cuna que cuando son de verdad “matan el alma”. Es sólo que ha sido un recuerdo triste. Un recuerdo que ahora se nutre de la impotencia cotidiana de ser testigos de la barbarie.

Pienso en Juan y Margot muertos de miedo intentando cruzar solos la frontera con Estados Unidos, huyendo de la violencia y de la miseria, buscando a sus familiares. Los imagino detenidos por la policía migratoria, siendo tratados peor que una plaga para luego ser deportados.

Pienso en Juan y Margot tratando de escapar de los misiles en una playa frente a sus campamentos en la franja de Gaza, playa donde jugaban futbol y donde ahora mueren por el impacto de los explosivos. Imagino las fotos de sus cuerpos ensangrentados y rotos publicadas impúdicamente en las redes sociales bajo alegatos de falsa indignación. Casi puedo leer los argumentos de los defensores de la violencia, de los panegiristas de la muerte.

Pienso en Juan y Margot, “dos ángeles hermanos”, siendo escudriñados por las autoridades, quienes los rescataron del albergue de “La Gran Familia” en Michoacán. Niños pobres, solos, cuestionados una y otra vez sobre Mamá Rosa, mientras diversas voces defienden al albergue de las acusaciones de maltrato y explotación, y nadie termina de atisbar qué es lo que realmente estaba pasando ahí.

Pienso en los cuerpos de Juan y Margot, abrazados, inmóviles, en medio de las llamas provocadas por la caída del avión malasio en el este de Ucrania. Decenas de cadáveres entre los escombros de un avión que derribaron con un misil, al parecer por una “confusión”.

Pobres Juan y Margot. Pobres niños del mundo. Qué tiempos aquellos en que jugaban a la guerra y no la guerra jugaba con ellos, en que tenían un hogar, en que no eran moneda de cambio ni objeto de abusos y explotación. Tiempos en que los poetas se inspiraban viendo a los niños jugar y no morir.

(FERNANDO RIVERA CALDERÓN / @monocordio)