El amor platónico, una secta moderna

En el extenso campo de las perversiones amorosas cabemos todos: los inofensivos sadomasoquistas, los coprófagos, los polígamos, los necrófilos, los fetichistas y hasta los gerontofílicos. Sin embargo, entre todas esas desviaciones eróticas, la peor sin duda es el amor platónico. ¿Quién no ha sido víctima de esta secta? Están por todas partes. El compañero de oficina que nos escribe mensajes románticos cada dos días sin atreverse jamás a invitarnos a salir, el indeciso galán de Tinder que, aunque mensajea cada noche, nunca encuentra el tiempo para concretar una cita.

Los enamorados platónicos tienen sus rituales, sus logias, su escala de valores. En ella, la consumación del acto amoroso es de pésimo gusto, incluso un sacrilegio. El mundo moderno tan expuesto al erotismo, a los besos, a los fajes en la calle y a la pornografía les causa repugnancia. Para ellos, el amor es inalcanzable o no es. Celebran con entusiasmo el 14 de febrero y toda la parafernalia cursi que va de la mano, como las tarjetas de San Valentín, las serenatas y las cenas románticas, siempre y cuando no terminen en un hotel de paso. Su divisa es que el amor carnal se termina, mientras que el amor platónico dura para siempre y, arguyendo la eternidad como pretexto, postergan ad infinitum el momento de lanzarse a la piscina, sin darse cuenta -o sin querer admitir- que huir del sexo es huir de uno mismo. Vivimos en una sociedad light donde todo debe ser recatado y a cuenta gotas. La intensidad ha dejado de ser cool. Sospecho, a pesar de todos sus argumentos, que los platónicos son profundamente infelices y, ya que ellos no se lo permiten, no soportan que nadie más goce de las delicias de la carne. De ahí su necesidad de convertir, de vampirizar a la gente.

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Animada de un espíritu evangelizador, y entusiasmada por el inmenso éxito que ha alcanzado en Europa, la secta ha decidido emprender una cruzada ahí donde antes nadie se hubiera atrevido a aventurarse. Los últimos informes indican que ha abierto en La Habana una nueva logia. Al principio será secreta pero, conforme vaya captando adeptos, se integrará a la vida pública dentro la isla donde, desde hace unos meses, se ha instalado su máxima gurú. Cuba será pues el escenario de una gran lucha no sólo entre capitalismo y socialismo, sino entre las fuerzas del bien y del mal, lo erótico y lo tanático, lo real y lo virtual. Dentro de poco, La Habana -capital del sexo en el Caribe según afirman algunos y, según otros, del mundo entero- podría convertirse en un inmenso cementerio de asexuados. Tiemblo de miedo nada más de pensarlo. Qué Donald Trump ni qué nada, que conspiración de los Iluminati, la secta del amor platónico es la verdadera amenaza de este siglo.