Cada esquina es un mundo

Ahora que cambié la dirección de mi oficina, me doy cuenta de que cada esquina puede ser un mundo. Desde las siete de la mañana el bolero que se pone en Salamanca y Colima, en la colonia Roma, espera a sus clientes para sentarlos en un asiento que parece robado de un sillón ejecutivo. El puesto está decorado con pedazos de tela que sirven como cortina y te tapan la vista por completo. Sólo puedes ver el piso y, por lo tanto, los zapatos de la gente que camina por allí. Zapatos puntiagudos para los burócratas a la moda de hace dos temporadas, zapatos de tacón para las oficinistas del Palacio de Hierro, zapatos tenis para los chicos de camino a la escuela.

Además de dar bola, el bolero ha desplegado un pequeño negocio para cambiar pilas y correas de relojes de pulsera. El puesto, sin embargo, se ve abandonado.

Frente al bolero, todas las mañanas se pone un puesto de tortas de tamal con atole, que se ayuda del teléfono público, de un lado, y del paradero de autobuses, del otro, para desplegar su complejo andamiaje. Además del atole, acá se puede comprar nescafé. Tres chicos, quienes seguramente estrenan su primer traje, hacen cola para desayunar.

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Las tortas de tamal desaparecen a mediodía. Se quedan, para deleite de los transeúntes, un puesto de tacos de guisado de seis pesos la pieza y un puesto de dulces, cruzando la calle. Los tacos también tienen su sistema semifijo para sobrevivir en la intemperie. Botes de agua, cajas de refrescos, charolas y ollas se acomodan en un rincón, para estorbar lo menos posible. A veces, el taquero cruza unos pasos y se limpia los zapatos en el puesto del bolero. En cuanto al puesto de dulces, parece mejor instalado. Lo acompaña un refrigerador que marca dos grados centígrados y enfría aguas y botes de refresco. Junto, el despachador ha puesto una máquina de hacer palomitas, como en el cine, pero más compacta.

En cuanto a las tiendas instaladas dentro de un local, en estas esquina hay una de juguetes para coleccionistas, con piezas de star wars y juegos de té de Disney; dos boutiques de ropa para dama, con dos adorables perros que se la pasan jugando todo el día. En la otra acera está un puesto de taxis y más teléfonos púbicos. Telmex ha tapizado la ciudad con imágenes del Papa. Alguien intervino la figura de la esquina con un ominoso e incomprensible mensaje: “Dios dará el pase para que estés con el papa Francisco siempre. Apocalipsis 3:18. Gobierno, pueblo. El país de Anticristo, el país de Sastanás (sic)”.

Mientras el Palacio de Hierro despliega sus ofertas de temporada y recluta nuevo personal en el edificio de enfrente, los autos pasan por el eje vial sin prestar atención y la ciudad recrea toda su complejidad en ésta, y la siguiente esquina.