Bellas de noche

En el libro Escenas de pudor y liviandad, Carlos Monsiváis ya nos había enseñado el poder corrosivo que tienen las historias de las tiples a principios del siglo XX en México. Su fama y belleza eran el imán que atraía a políticos y empresarios del momento, pero también era la vía de escape de un destino predeterminado en los consejos del cura, los desvelos de los padres, los celos del esposo o el yugo de los hijos. Luego de Sor Juana, las tiples eran las primeras mujeres famosas emancipadas de México. Esa tradición se mantuvo durante varias décadas: la heredaron las rumberas, o las grandes actrices del cine de oro, y finalmente la tradición murió con las vedettes de los años setenta y ochenta en México.

El último canto de esta estirpe de mujeres coincide con la formulación del movimiento feminista en el país y, con ese trasfondo, esas mujeres del espectáculo, quienes aparecían en vulgares sexy comedias, películas de ficheras, programas de televisión donde tocaban el violín o como estrellas máximas de un cabaret, no tenían una gran reputación política o social. Uno las imaginaba engullidas en los olanes de sus suntuosas camas.

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El documental Bellas de Noche, de María José Cuevas, que actualmente se muestra en Ambulante, nos hace mirar de nuevo las historias de estas mujeres: Lyn May, Olga Breeskin, Princesa Yamal, Rossy Mendoza y Wanda Seux. Esta última aparece con un bikini plateado muy breve, guantes del mismo color brillante y un tocado de plumas anaranjadas que la envuelven. Se para frente a la cámara y dice: ¿qué sientes al mirar a una vedette, con este resplandor, a sus 62 años?

Sí, ¿qué se siente? Se siente el paso del tiempo, la cercanía de la muerte, la ceguera de la juventud; pero también la rebeldía de unas jóvenes bellezas que se negaron a conformarse con el estereotipo de la mujer mexicana; no se arrepienten ni un ápice de ser quienes fueron; defienden la desnudez, el descaro, la desmesura, su independencia; añoran la champaña que corría en días mejores, y están dispuestas a que el público mexicano las vuelva a ver. Muchas de ellas siguen haciendo ejercicio y recurriendo a trucos de belleza para arañar un segundo más a la fama, el aplauso del público.

En una entrevista, le pregunté a Rossy Mendoza el otro día en la Cineteca Nacional ¿cómo quería regresar? Pues como es hoy. Mendoza piensa que ella aguanta todavía una carretonada de aplausos del público: tiene los labios operados y usa lentes, pero ese día llevaba una minifalda que acentuaba su breve cintura y una blusa que apenas escondía los pezones de unos senos fabulosos. Y eso me hizo pensar en todos nosotros, en cómo envejecemos y seguimos siendo rebeldes, y siempre seremos bellas de noche y nunca unos dulces y venerables viejos de cuento. Qué flojera.