“Hablemos de violencia”, por @wilberttorre

El país vive un momento crucial. La desaparición de los normalistas y la casa blanca de 7 millones de dólares de Angélica Rivera, esposa del presidente, son los últimos episodios resultantes de un Estado rebasado y asfixiado por la corrupción, la impunidad, la política como negocio y al servicio de intereses de grupo. ¿Qué hacemos? se preguntan millones.

 En estos días, escritores, académicos y columnistas (María Amparo Casar, María Marbán, Xavier Velasco, Ciro Gómez) publicaron argumentos que pueden parecer impecables: Ayotzinapa no es un crimen de Estado (el Estado no ordenó ejecutar a los normalistas). El presidente no es asesino. La violencia genera más violencia.  La violencia sesgada no es protesta sino provocación.

A algunos les falta apartarse del poder y acercarse a la calle, a la realidad de la gente. Apartarse de las teorías del Estado y acercarse al derecho internacional y revisar con sentido crítico las responsabilidades del Estado.

¿Por qué el gobierno peñista abandonó el proyecto del mando único pese a las pruebas contundentes de que el narco infiltraba policías municipales, como finalmente ocurrió en Iguala?

¿Violencia genera violencia? Claro que sí. ¿Quién podría estar en favor de la violencia?

Hablemos de violencia.

Se ha advertido que la violencia deslegitima la protesta. Lo dijo el sábado el presidente. Se ha escrito con profusión. En todos los movimientos sociales recientes del mundo (Egipto, Ucrania, Brasil) similares al que vive México, ha habido violencia, porque la violencia desatada desde el poder es enorme. La mayor parte de la sociedad civil es pacífica, pero hay sectores muy radicalizados –en México han existido siempre– y en una protesta confluyen los grupos de choque del Estado (el encapuchado desenmascarado en la UNAM) y los anarquistas que piensan que el mundo se resuelve rompiendo cristales. No es lo deseable, pero ¿no es el síntoma normal de la enfermedad?

La noche que un grupo prendió fuego a la puerta de Palacio Nacional, una foto que subí a Twitter fue replicada casi cien veces. Una persona equiparaba la desaparición de los normalistas con los daños causados a la puerta. Otra preguntaba: ¿Qué sigue, incendiar los murales de Rivera?

A muchos les pesa más una puerta incendiada, que el país esté incendiado hace años. Que haya miles de desaparecidos y cientos de miles de muertos. Tanta tinta no debería gastarse en una patrulla incendiada, sino en poner sobre la mesa y discutir y cuestionar todo lo que nos ha llevado hasta el precipicio en el que nos encontramos.

(WILBERT TORRE)