Hipsters en la Escandón

La colonia Escandón II Sección está transformándose. Poco a poco se convierte en una extensión de la Condesa, cuya colonia está dividida por el eje de Benjamín Franklyn. Después de Tláhuac, donde nací y crecí, es mi barrio adoptivo. Algunos vecinos de esta céntrica colonia a los que vi bien afeitados y vestir pantalones de gabardina, mocasines y camisas de manga larga ya cambiaron el modelo: se han dejado el mostacho al estilo Dalí, se pusieron lentes de pasta y de marca y empiezan a emborracharse con mezcal en los nuevos restaurantes de diseños eclécticos que han aparecido por aquí trayendo consigo sus problemas de estacionamiento.

De entre los 81 barrios de la Miguel Hidalgo, que conforman ese peculiar mosaico de estratos sociales, la Escandón II Sección está considerado con un alto grado de Desarrollo Social y ese nuevo fenómeno hipster ha traído cosas buenas para los comerciantes y caseros. Todavía el año pasado el vecino de enfrente alquilaba su departamento en seis mil pesos pero de la noche a la mañana subió la renta a ocho mil 500 pesos. ¿Quién lo alquiló? Una pareja hipster.

No se si es la edad pero me gusta más la pinta del barrio al que llegué hace apenas tres años y para ser honestos los vecinos más viejos también piensan lo mismo. Es que muy pocas veces puede verse, por ejemplo, en 50 metros ese escenario que está siendo invadido por esa comunidad de subcultura asociada con la música independiente. En ese tramo de la calle de mi casa pasan las mujeres más bellas y sensuales dejando su rico aroma en el aire. Siempre aparecen guapas y radiantes porque justo por aquí hay tres centros donde se hacen casting para producciones de cine y televisión.

Enfrente hay una cantina famosa, en donde políticos de izquierda han tomado decisiones importantes para la vida pública del país. Ojalá que ahora que empieza el día de muertos el vecino, un tipo gordo y bonachón que todas la noches se baja de un Cadillac, cuelgue en el mismo árbol de siempre el mono de trapo disfrazado de fantasma.

Entre el mosaico de pobreza y riqueza que hay en este tramo de calle, vive, en uno de los edificios contiguos, don Javier: plomero, electricista y mil chambitas, siempre dispuesto a ayudar a quien lo necesita. Pegadito a don Javier está la casona de un poderoso funcionario que en su cochera exhibe un Porsche, un BMW y un par de autos más.

A los lados se levantan casas construidas durante el porfiriato de rojo tezontle o ladrillo poroso, con sus elevados portones y ventanas enrejadas. Más allá hay una vecindad que parece remojada por la humedad y a punto de caerse. Pero viven alegres familias. Una señora vende deliciosas quesadillas (de queso sí, pero también de chicharrón y muchos más guisados: riquezas que nomás tenemos los del Distrito Federal).

Sobre las aceras las hojas secas de los arboles despliegan una aparente larga e interminable alfombra color ocre. A uno de mis vecinos la vida le devolvió la tranquilidad: es cirujano plástico y ha vuelto a sonreír después de un largo proceso judicial en el que estuvo involucrado después de haber hecho cirugía a las pompas de Alejandra Guzmán.

En el mismo edificio hay otro vecino, un travesti que vive un romance con su novio, un muchacho bien parecido que le da cierto aire a Ricky Martín y que es seguramente 10 años menor. Pero desde el año pasado para acá he dejado de ver a otros personajes que te saludaban con amabilidad, que vestían pantalones de gabardina, mocasines, camisas de manga larga.

Ni hablar, los hipsters ya están en la Escandón contagiando su moda y hay que acostumbrarse a verlos todos los días desde que sales de tu departamento.

(ALEJANDRO SÁNCHEZ / @alexsanchezmx)