La cultura del no pago, por @goliveros

Dicen que gratis, hasta las puñaladas. No es mentira: como sociedad, nos hemos acostumbrado a no pagar por cosas que no sean palpables o materiales. En la época de la virtualidad, pocos quieren gastar su dinero en posesiones que no se puedan agarrar con las manos y, ello, es un problema mayúsculo.
La música sufre de ello desde la aparición del mp3. La lucha contra Napster por parte de Metallica y secuaces y la proliferación de descargas peer to peer en los primeros años del siglo XXI destruyeron a la industria discográfica tal y como se conocía en el siglo pasado. Las fiestas y dispendios que tenían las compañías productoras quedaron en el pasado y, hoy, aún no entienden cuál es el camino a seguir.
iTunes y otras tiendas virtuales estabilizaron el camino hasta la proliferación de los servicios de streaming. Ahora, con la aparición de Apple Music, las cosas regresan a la pregunta original.
Taylor Swift y una serie de grupos independientes, entre los que se cuentan Bon Iver y the Brian Jonestown Massacre, reclamaron a la empresa dirigida por Tim Cook su plan de lanzamiento. Sí, nada más atractivo que tres meses de servicio gratuito. El problema es quién paga el plato: los músicos.
La cantante y los grupos se opusieron de forma terminante. Eddy Cue -el jefe de la tienda iTunes y del proyecto Apple Music- debió responder con amor: le pagaremos a todos. Sí, control de daños tras denuncia y decisión de Taylor de no prestar su música de forma gratuita, como lo hizo también con Spotify.
La gratuidad es tema en este siglo. El autor Chris Anderson insiste, en su libro Free, que todos queremos algo gratis y que la sociedad debiera entender cómo son los procesos de intercambio y trueque bajo esos parámetros donde lo gratis no es tan gratuito. Música, libros electrónicos, juegos, programas de televisión, películas. La piratería rebasada por la necesidad de no pagar.
Hace unos meses, la firma SKY Alert lanzó una aplicación nueva. Además del servicio de notificación de sismos, la aplicación daba información más exacta y nutrida. El problema radicaba que, a diferencia de la anterior, esta tenía un pago anual.
Usuarios de Android se quejaron de formas múltiples sobre el modelo. No aceptaban que, ahora, se tuviera que pagar una suscripción por un servicio que, anteriormente, no obligaba erogación alguna. La solución implementada fue sencilla: dividir los pagos de forma mensual. El número de suscriptores va en aumento, pero aún falta la parte fundamental: la concientización de los porqués del pago.
Concientización que falta en todos los niveles. Cambio que viene a arrollarnos como una descarga de alta velocidad.
(GONZALO OLIVEROS)