Contracultura pop | La era del festival

Opinión

A juzgar por la oferta que existe, asistir a festivales musicales es una de las actividades favoritas de melómanos (siempre y cuando la cartera resista) y una de las mejores apuestas de los promotores, quienes constantemente están gestando nuevas opciones.

A los melómanos nos atraen por la posibilidad de ver a varios artistas que nos interesan en un solo fin de semana, aunque muchas veces no se presenten en condiciones ideales: de día y sin poder usar su equipo de iluminación, ofreciendo actuaciones acotadas, y a veces sin poder hacer una buena prueba de sonido. A los que la música les da un poco igual, los festivales también les pueden resultar atractivos: son buenísima fiesta.

Los festivales siempre han existido. Desde los bailongos masivos donde alternan orquestas de salsa, cumbia y chachachá, hasta los encuentros multitudinarios que se efectúan con harta frecuencia en la periferia de nuestra ciudad, en los que se presentan grupos como El Tri, El Haragán y Cía., Luzbel, Charly Montana, Lira ‘N Roll, Sam Sam o Tatuaje Vivo, cuya especialidad es el rock urbano y el punk crudo. Los grandes medios de comunicación suelen ignorar estos festivales y, por lo mismo, mucha gente no sabe que existen. Ni modo, se pierden las emociones musicales que surgen en foros como el mítico California Dancing Club o el Ex Balneario de Pantitlán.

Los festivales “de prestigio” (lo digo con ironía, no se me vayan a ofender) llegaron a México en forma de Vive Latino. Un encuentro de dos días en los que se presentaba la crema y nata de la música alternativa en tu idioma. Al principio, los promotores se las vieron duras para alejar el evento de los números rojos, pero tras algunos años de arduo trabajo, lograron que tanto el público como los patrocinadores y los artistas se interesaran en su proyecto, volviéndose así un gran negocio.

Mientras tanto, en Estados Unidos, el festival Coachella (que en los primeros años de su existencia causó tanto sufrimiento a sus inversionistas como el Vive Latino) se consolidó a paso lento pero firme, hasta ser un éxito rotundo que inspiró el surgimiento de cientos de festivales a lo largo y ancho de esa nación.

Estos dos sucesos —principalmente, aunque hay otros factores a tomar en cuenta— son el origen de la tendencia actual. Hay festivales para todos los gustos. Para todas las edades. Para todos tipos de música y todo tipo de medios. Y este fin de semana, empieza la temporada de festivales 2018 en Las Estacas, Morelos, donde anualmente se celebra el Carnaval de Bahidorá. Se trata de un encuentro de gente joven, amante de la fiesta y de pasarla bien en un escenario de naturaleza espectacular donde, además, se puede acampar si uno lo desea. Dicen las malas lenguas que la música en este evento es mero papel tapiz, que no es prioridad para los asistentes. ¿Será? ¿Importa? El cartel de este año no tiene mala pinta. Incluye a la nueva gran estrella del jazz, Kamashi Washington, al locuaz Ariel Pink, al legendario selector de la BBC Gilles Peterson y a Mount Kimbie, autores de uno de los discos del año, entre muchos otros artistas que valen mucho la pena. Dense una vuelta, aún hay boletos. Y la semana que entra hablamos de los demás. Tienen buena pinta.

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