La imaginación amenazada

“Los museos son el invento de una humanidad que no tiene puesto para las obras   de arte, ni en su casa, ni en su vida”.

Nicolás Gómez Dávila

Uno de los temas principales del ensayista y poeta Luigi Amara radica en la necesidad de llevar la experiencia estética lejos de los terrenos de las obras de arte que pueblan los museos y las galerías y llevarla ahí donde transcurre la mayor parte de nuestras vidas: al ámbito de lo cotidiano. La enajenación imperante en el modo de vida actual nos impide ver que la posibilidad de tener experiencias de vida más ricas y estimulantes -que no se sometan al péndulo utópico del turbocapitalismo de trabajo y consumo y que no pacten con un sistema depredador y excluyente- no pasa necesariamente por la gran transformación (derrocar al sistema neoliberal, cambiar de tajo a toda la clase política y empresarial, vaporizar a todos los Esteban Arce del mundo, etcétera), sino por la vocación y la voluntad de hacer de las horas que colman nuestros días un laboratorio interminable, en donde lo artístico radique en la continua voluntad por habitar fuera de los márgenes y en el enaltecimiento de los gestos minúsculos y los momentos “intrascendentes”.

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En su magistral Melancolía de la resistencia, el narrador de la novela del escritor húngaro László Krasznahorkai argumenta que la sensación de derrumbe inminente e imparable que campa al interior de la población en la que se desarrolla la historia -una especie de pesimismo galopante y amargo que se parece mucho al ambiente en el que vivimos- obedece más a un mal de perspectiva que a una reflexión inevitable dada por las condiciones del entorno. Sostiene Krasznahorkai que los “temores epidémicos no provenían de la certeza referida a la llegada inevitable de una desgracia que día tras día parecía más real, sino de una enfermedad consuntiva de la imaginación que se asustaba a sí misma, enfermedad que al fin y al cabo sí podía provocar una desgracia”. Es decir: es más peligrosa la imaginación atrofiada que impide vislumbrar una vida alternativa que las fuerzas sobre las que está cimentada la vida superflua y evanescente, egoísta y violenta, vanidosa y desvinculada que observamos en buena parte de nuestro entorno.

En la exquisita edición, elaborada por la editorial Impronta del inclasificable texto de Amara llamado Una caja adentro de una caja adentro de una caja, encontramos una pista de dónde o cómo podemos buscar la experiencia transformadora del arte fuera de los recintos y las normas que la disecan: “Quizá la aspiración de que la vida cotidiana sea vivida como obra de arte necesita de que entremos a un museo cuya puerta reconduzca de inmediato a la vida cotidiana. Una puerta giratoria que nos devuelva -transformados- al lugar por el que entramos”.