“La madre de todas las banquetas”, por @guillermosorno

Me encuentro frente a la madre de todas las banquetas, el recién inaugurado tramo de concreto que conecta el museo de Arte Moderno con la puerta de Chapultepec y la malhadada estela de luz. Apenas hace unas semanas, eso era un hilito de banqueta, una especie de viga de equilibro que había que cruzar con la habilidad de una gimnasta. Y así fue durante décadas.

Y uno se preguntaba: ¿por qué no arreglan esto de una buena vez? Era, desde mi punto de vista, la mejora al espacio público más evidente en toda la ciudad.

Estoy caminando por la banqueta sólo por el placer de hacerlo. Son cien pasos para el hombre, pero un salto para la ciudad. Caminan otras cuatro personas junto a mi. Me rebasa una eco bici (mal hecho) que ha decidido también usar la banqueta. Un helicóptero que viene del Ángel con dirección a Polanco atestigua nuestra proeza. Un vendedor de refrescos empuja su carrito por acá.

¿Son mis nervios, o las banquetas son las nuevas bicicletas? Ahora, sólo leo noticias sobre sus mejoras.

El periódico Reforma, por ejemplo, inició hace unas semanas una campaña para que la gente propusiera la peor banqueta de la ciudad; hubo un concurso, ganó una y la delegación en turno la mandó arreglar. La noticia del arreglo de esta banqueta acaparó los titulares en todos los periódicos. Quién iba a decirlo: las banquetas son la nueva medida de la ciudad.

Sigo caminando y veo que, del otro lado de Reforma, pasa un señor de traje montado en su Segway, ese transporte eléctrico giroscópico de dos ruedas, que ha sido alegremente ridiculizado por Geob, el hermano mago de la serie de Netflix, Arrested Development. Va en sentido contrario. No es el mayor de los problemas. Según el director de la Agencia de Gestión Urbana, al gobierno le quedan pendientes reponer o reparar 3 mil banquetas.

Llego al final de ésta que ya esta arreglada y me encuentro con que hay un paso a la altura del peatón y que los coches que suben del circuito interior hacia Reforma deben hacer un alto. Y aunque esa señora del Nissan no se detiene y pasa por encima del tope como si anduviera sobre una duna, la mejora es notable. Ella también terminará por aprender.

(GUILLERMO OSORNO)