“La mafia del Metro”, por @MLopezSanMartin

El cinismo permite que haya líderes sindicales que se adueñan de sus gremios, que se convierten en propietarios de paraestatales y que durante décadas lucren con la “representación” que ostentan. La impunidad hace posible que desde esos cotos de poder, algunos hagan fortunas sin que se les señale, ni mucho menos castigue. La complicidad facilita que esos liderazgos impresentables, además de vivir de las cuotas sindicales, sean cobijados por partidos políticos y obtengan puestos de representación con cargo al erario. Como bola de nieve que crece, lo anterior da pie a que desde la cúpula sindical esos caciques se sientan intocables y de trabajadores, pasen a acaudalados empresarios.

Cinismo, impunidad y complicidad es lo que hoy mantiene a Fernando Espino Arévalo, diputado del PRI en la ALDF, al frente del Sindicato del Metro.

Cinismo, porque Espino Arévalo es líder gremial desde hace más de 30 años, en los que se ha valido de modificaciones que ha elaborado para reelegirse al frente del sindicato cambiando el nombre y los estatutos a su antojo, desde 1981. Cinismo, porque el Secretario General del Sindicato Nacional de Trabajadores del Metro utiliza a la paraestatal como empresa familiar de la que dispone a placer.

Espino Arévalo mantiene en la nómina del Metro a por lo menos 22 familiares, entre esposa, hijos, cuñados y sobrinos. Además, integrantes de la dirigencia sindical ocupan desde diciembre del año pasado 43 plazas de confianza dentro de la estructura del Sistema de Transporte Colectivo Metro lo que le (nos) cuesta al erario casi 900 mil pesos mensuales. Eso sin contar los 91 mil 821 pesos que tres hijos de Espino Arévalo cobran al mes.

Impunidad, porque nadie le pone un freno al cacique del Metro. De los múltiples negocios que a costa del erario ha hecho –y que incluyen la utilización de locales propiedad del Sindicato, como restaurantes y bares, a las afueras de las estaciones del Metro- destaca uno: Espino Arévalo adjudicó a su hijo, Fernando Espino González, el negocio de la comida para los empleados del Sistema de Transporte Colectivo. A través de Gurtmex, empresa de la cual es dueño, se beneficiaron con contratos por más de 35 millones de pesos en 2011 y 43 millones durante 2012.

Complicidad, porque para que Espino Arévalo se mantenga campante como dueño del Sindicato y acumule su quinto periodo como diputado, ha contado con la complacencia de la clase política. Ha sido legislador federal y local arropado lo mismo por Nueva Alianza, que por el Partido Verde y el PRI. No podría entenderse su permanencia 15 años consecutivos como legislador con pobrísimos resultados –no se le recuerda una sola iniciativa ni buen discurso- sin el encubrimiento de las cúpulas partidistas que le dan fuero.

Complicidad, porque los partidos se hacen de la vista gorda ante denuncias como la que consta en el acta COY-3T1/2479/02-10 por los delitos de lesiones y amenazas, que en 2002 fue presentada por Xóchitl García Nieto, quien en una reunión del Sindicato en el Gran Forum, fue, de acuerdo a sus propias palabras, “amenazada, tirada al suelo y golpeada a patadas por orden de Espino Arévalo”, quien observó la agresión.

Complicidad, porque su actual partido, el PRI, no tiene empacho en aceptar que el líder del Metro utilice un inmueble del gremio sindical como módulo de atención ciudadana, en donde además tiene contratadas a dos de sus hermanas y una de sus cuñadas.

Espino Arévalo es un cacique que no está dispuesto a perder privilegios. Por eso, ante la revisión que desde la dirección del Metro, que encabeza Joel Ortega, se ha planteado de las plazas sindicales y el posible aumento a la tarifa del boleto del Sistema de Transporte Colectivo –que se encuentra subsidiado, pues el del DF es el Metro más barato del mundo-, el diputado del PRI brinca y amenaza con iniciar un paro y desquiciar la Ciudad. Es su estilo. Estilo que parece llegar a su fin, pues desde el gobierno de Miguel Ángel Mancera ya revisan cómo y en qué momento se sacudirán al cáncer que se ha enquistado en el Metro.

Y es que Espino Arévalo no le pide nada a Elba Esther Gordillo, Carlos Romero Deschamps, Víctor Flores y otras joyas del sindicalismo mexicano que crecieron y se acostumbraron a servirse de los trabajadores a los que dicen representar. Como ellos, el líder del Sindicato del Metro está acostumbrado a manejar su negocio a placer y sin ser molestado en sus intereses. Como mafia.

(MANUEL LÓPEZ SAN MARTÍN)