La paz de las favelas, por @DiegoEOsorno

Durante un Seminario organizado en Río de Janeiro por la Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano (FNPI), Gilson Rodríguez, presidente de la Unión de Moradores de Paraisópolis, explicó que en Brasil ser negro es prácticamente ser pobre. “Hay racismo, aunque el dinero emblanquece”. Susana Varjao, periodista bahiana, llevó una presentación en la que hablaba de micropoderes y macroviolencias. Como preámbulo de lo que está sucediendo en las favelas cariocas, cuestionaba el negocio que han hecho, sobre todo, las empresas de seguridad en los barrios de clase media y alta de la ciudad.

 La más grotesca de todas estas compañías era una de nombre Delta, en cuyo logotipo aparece la palabra PAZ llena de balazos. También habló Reginaldo Lima, asesor de la organización AfroReggae, quien se interesó en la defensa de los derechos humanos en las favelas después del primer asesinato que presenció cuando tenía apenas 10 años de edad. ¿Por qué sucede esto aquí?, se preguntó. La pregunta pequeñita fue creciendo mientras hablaba. El activista decía que se resistía a ver a los hombres asesinados como animales. Ahora sabía que la policía, aunque tenga el calificativo de “pacificadora” era igual de arbitraria que las que conocía antes, que las estrategias de seguridad pública solían ser equivocadas y que su trinchera sería siempre la sociedad civil organizada. Mientras iba narrando el tono de su voz se elevaba. Lima vestía pantalón gris, camiseta verde, reloj deportivo, mocasines, es de tez morena, pelo recién cortado con máquina y se asomaban algunos tramos plateados, aunque debía rondar los 40 años.

No es sencillo hacer periodismo a fondo e independiente en las favelas. Los reporteros brasileños dejaron de entrar a muchas de éstas después de que Tim Lopes, un periodista de la cadena de televisión O Globo, despareció en 2002, tras llevar una cámara escondida a un baile funk en una favela. Varios días más tarde la policía encontró lo que quedaba del cuerpo de Lopes. Había sido torturado hasta la muerte, luego cortado en pedazos con una espada de samurái y finalmente quemado por un jefe de pandilla del Comando Rojo y sus hombres. A partir de entonces, el mundo de las favelas se volvió más atemorizante para la prensa en general. Durante el proceso de “pacificación”, que consiste en el anuncio que hace el gobierno de la ocupación policial que hará de cierta favela en una fecha específica, la periodista Cristina Targadila, recuerda el caso de la favela Complejo Alemao, que se veía como el territorio más ingobernable de todo Brasil. Cuando la policía anunció el operativo de pacificación ahí, la expectativa era de una masacre, o quizá un Vietnam carioca. “La gran batalla” promovían los noticieros televisivos. Sin embargo, la policía tomó el control en poco más de lo que dura un partido de fútbol de Fluminense, uno de los equipos tradicionales de la ciudad. No hubo ningún muerto y se detuvieron a poco menos de 200 personas. Tagadila se pregunta: “¿Los medios estábamos engañando a la gente exagerando la situación o por qué no hubo la violencia que se esperaba?”.

 (DIEGO ENRIQUE OSORNO)