La que dio voz a su género (I)

Ahora que se cumplen 60 años del voto femenino recordé el día que conocí a Alicia Sánchez Jara, la señorita que en 1953 luchó por darle voz a las mujeres en la escena política nacional. Estaba pegada a un radio portátil y escuchaba al periodista Jacobo Zabludowsky pronunciar los nombres del equipo de campaña del candidato presidencial Enrique Peña Nieto.

La ancianita de 93 años vive en la ciudad de México y es nieta del general Heriberto Jara que ayudó a Francisco I Madero a gestar la Revolución: su logro quedará marcado por siempre en la historia nacional. Hoy, más de 45 millones de mujeres pueden votar (son el 51.55% del padrón electoral) y aunque en el tema de la equidad falta mucho para echar las campanas al vuelo, las mujeres también pueden ocupar cargos públicos.

Esa fría mañana de enero de 2012, como todos los días, bajó de su automóvil antes de las nueve y por la tarde, después de la transmisión radiofónica, hablaba con una sonrisa permanente en sus labios carmín.

“Mucho gusto mijito; más de una vida trabajando aquí”, dijo la viejecita al tiempo que pestañeaba como señal de amabilidad. Se había parado de su asiento en una oficina de la sede nacional del PRI y luego como si estuviera en un templo abrió los brazos y levantó la barbilla de modo que sus ojos se fijaron en el techo. “Doce años de suplicios y oraciones para que haya un milagro”, comentó en franca referencia a la posibilidad de que el PRI ganara las elecciones presidenciales.

Sánchez es una abuelita jovial. Tiene un cutis asombroso: tostado y de ligeros pliegues. Esa vez llevaba puestas unas botas de tacón mediano, falda negra y un elegante abrigo de piel que casi cubría sus rodillas. Lucía un gorrito gris ladeado intencionalmente hacia su hombro derecho que le imprimía cierta gallardía. Por un momento la vi con ese aire de soldadera y dudé de su edad, pero cuando la historia ofrece pruebas y ella cuenta anécdotas y aporta fechas y datos no hay lugar para las mentiras.

Su abuelo vivió alejado de la política algún tiempo. Tras la ejecución de Madero, asesinato que dio origen a la Decena Trágica de 1913, Plutarco Elías Calles, fundador del Partido Nacional Revolucionario (PNR) -que dio origen al PRI- , marginó al general Jara. Ella se afilió al PNR después de que Lázaro Cárdenas del Río rescató del destierro a su abuelo designándolo Inspector General del Ejército para impedir la sublevación de Calles.

Casos de resurgimiento como el del general Jara dejaron de ser exclusivos de personajes políticos el 2 de julio de 2012: el PRI resurgió de entre las cenizas a pesar de que analistas políticos serios vaticinaron el final del partido tras la derrota del 2000. Bien escribió alguna vez el gran Elías Canetti: “En política hay muchas maneras de morir y otras tantas de resucitar”.

En un momento, la conversación se interrumpió al timbrar el teléfono. Con su mano tibia y suave tomó la bocina para contestar la llamada. Entonces hay tiempo para pensar que seguro hay pocos o nadie vivo en el PRI que haya atestiguado lo que ella ha logrado desde un lugar privilegiado, si se piensa como priista. Bastaba mirarle a los ojos para introducirse en los sucesos vitales que dieron origen al PRI.

En 1938 el antiguo partido sufrió su segunda transformación: Cárdenas del Río transformó al PNR en Partido de la Revolución Mexicana (PRM) e integró a importantes grupos sociales como el obrero, campesino y militar que estaban olvidados.

Y en 1946, antes de que Sánchez recorriera el país en tren y aviones de dos hélices para pedir a las mujeres que se sumaran al movimiento nacional femenino, Manuel Ávila Camacho, último Presidente militar, sustituyó al PRM por Partido Revolucionario Institucional que sumó al sector popular y excluyó a los militares.

Alicia Sánchez Jara aún trabaja en el PRI: en la Secretaría de Comunicación del Comité Ejecutivo Nacional (CEN) hace archivos informativos.

(ALEJANDRO SÁNCHEZ)