La San Rafa para los cuates

Entras a Google Maps y buscas “colonia San Rafael”. Das con la calle de Guillermo Prieto. Te acuerdas de una casa derruida, pero espectacular, cerquita de Miguel Schultz, de la que escribió Jorge Pedro en el periódico. Pero no la encuentras. ¿Y si mejor te lanzas?

Una vez enfrente, te da pena decirle al señor de la hojalatería y la pintura que si te deja pasar a ver. Te atreves, ni modo. Y te asombras. ¿Qué onda con la arcada y las ventanas moriscas, a dónde conducirá esa escalera de cuento romántico? ¿Será verdad que este fue el casco del rancho El Cebollón o San Rafael, el embrión, el secreto, de la primera colonia de la ciudad, cuyos terrenos fueron lotificados en 1857 por el ingeniero Francisco Somera? Cosa de averiguar bien.

Luego caminas hasta el 59 de Serapio Rendón, a la vuelta. Ese Jorge Pedro también escribió que esta Privada Roja (ahora entiendes por qué se llama así) fue primeramente casa del señor Paoletti, cónsul de Italia. A finales del XIX la compró el señor Pedro Serafín Azcué, bisabuelo del actual propietario, quien vive ahí merito. ¿Y si le tocas el timbre o preguntas por él? No te atreves, ni modo. Dejas ir una charla muy interesante.

 


Privada Roja, Serapio Rendón 59, San Rafael (Foto: Jorge Pedro Uribe Llamas)

 

No le hace, te sigues hasta la esquina de Antonio Caso y Rosas Moreno y sin darte cuenta pasas por donde estuvo el bonito Cine Encanto, el que construyó el arquitecto Serrano. Eso de Rosas Moreno te hace gracia porque una vez una tía tuya mencionó el nombre de la calle en una cena de Navidad y todo el mundo empezó a reírse y sólo entonces se dio cuenta de que acababa de decir un albur. Qué curioso que te siga dando tanta risa. En la casa más impresionante de la esquina vivieron, según la novela de Elena Poniatowska, la pintora Leonora Carrington y y el escritor Renato Leduc. Originalmente alojó a la embajada de Rusia. Qué lástima que la delegación la tenga en ese estado. Sí es la delegación, ¿no? ¿O quién?

Ahora te diriges tres cuadras hacia el Oriente (a que suena masónico) porque te gustaría echarle un ojo a la Gran Logia Valle de México en la calle de Sadi Carnot. Qué nombres tan rimbombantes las de estas calles, varios inspirados en filósofos mexicanos afines al positivismo. Pasmado frente al tosco edificio con una escuadra y una compás en la fachada, y considerando si entrar o no y para qué, te quedas pensando en la anchura de las calles, un rasgo sorprendente para la época. O quizá no tanto: resulta que la colonia de los Arquitectos (el nombre original de esta parte del fraccionamiento) fue pensada para que la habitaran capitalinos de pensamiento amplio, muchos de ellos maestros y alumnos de arquitectura de la Escuela de Bellas Artes. Eso explica que muchos de los primeros que tuvieron coche en la ciudad, a partir de 1895 más o menos, se mudaran para acá para poder manejarlos y estacionarlos a sus anchas. Se entiende que eran riquillos.

 


Casco de la Hacienda El Cebollón, Guillermo Prieto casi esquina Miguel Schultz, San Rafael (Foto: Jorge Pedro Uribe Llamas)

 

Quisieras tener un coche para poder recorrer calle por calle esta colonia San Rafael, pero más que un coche te das cuenta de en realidad necesitas libros que te brinden luz sobre esta colonia especial. Se te antoja saber saber más sobre sus casi 400 inmuebles con valor artístico, la plaza de toros de San Rafael, la estación de trenes Colonia, la casa de Remedios Varo, el mercado más longevo de la ciudad, los edificios poco conocidos de Barragán y de Pani, el Mexico City National Cemetery, la capilla británica, la primera funeraria, la casa de los Escandón convertida en universidad, la “escultura penetrable” que diseñó Matthias Goeritz y que nombró El Eco, las galerías de arte contemporáneo, los teatros de los Fábregas, ¡el cine Ópera!

Recuerdas que en su crónica, Jorge Pedro (¡qué nombre tan chistoso!) recomendaba dos libros: La colonia de los arquitectos (Secretaría de Cultura del DF, 2011) de Margarita R. Martínez Domínguez y Así era aquello… (Ediciones Botas, 1957) de Alfonso de Icaza. Se te ocurre que podrías leerlos mientras te echas unos tacos de pescado al pastor en el Boca del Río (Ribera de San Cosme 42) o una birria en La Polar (Guillermo Prieto 129) o una rica comida corrida en La Tía (Manuel María Contreras 20), pero también sería una buena idea hacerlo en el tranquilo atrio del templo de San Cosme y San Damián, la construcción más antigua de la San Rafa para los cuates de pensamiento amplio.

(JORGE PEDRO URIBE LLAMAS / @jorgepedro)