La vida que no tuvimos

Una de mis tiras cómicas favoritas es aquella en la que Mafalda observa a su madre absorta en las labores domésticas, y, sin poder contenerse, le pregunta: “¿Qué te gustaría ser si tuvieras una vida?”.

Hay muchas formas de contar una existencia. T.S Eliot decía que la vida de los seres humanos y la de los animales podía resumirse de la misma manera: nacimiento, copulación y muerte. En sentido estricto, tenía toda la razón. Curiosamente, en la mayoría de los casos, la gente opta por enumerar los hechos sucedidos a lo largo de ésta (los estudios, los logros profesionales, los matrimonios, etc.) en vez de concentrarse en todo aquello que dejó de hacer. Marcel Bénabou tiene un libro llamado ¿Por qué no he escrito ninguno de mis libros? En él enumera todas las novelas y ensayos que deseaba escribir y las razones por las cuales nunca lo hizo. Durante años constituyó su único título publicado, pero en realidad era mucho más que eso: se trataba de toda una bibliografía en negativo, la bibliografía paralela del gran escritor que Bénabou no fue en esta vida. Por sorprendente que les parezca a algunos, se tradujo a más de 10 idiomas y se ha transformado a lo largo de los años en un libro de culto.

Muchas vidas serían extremadamente más interesantes si las narráramos en negativo como hizo Bénabou, es decir, concentrándonos en todo lo que hubiéramos querido hacer y nunca hicimos. ¿Cómo sonaría nuestra vida si –ya fuera en nuestro currículo, en la Wikipedia o en el diván del psicoanalista- la contáramos así: me hubiera gustado nacer en Alejandría pero nací en Irapuato, habría querido ser mujer pero me tocó ser hombre, deseé fervientemente estudiar dirección pero acabé estudiando ingeniería como querían mis padres, me casé con Fulana después de cortejar a Mengana durante cinco años. Perengana en cambio ha sido mi amante imaginaria en los últimos 15 años y ha inspirado mis mejores momentos onanistas. Me gustaría vivir en Oslo pero vivo en la colonia del Valle?

Las cosas que deseamos hacer y no hicimos, los objetos que nunca tuvimos, lo que queríamos ser y no fuimos las personas con las que nunca estuvimos dicen mucho más sobre nosotros que el conjunto tan chato y limitado de aquellas que sí alcanzamos a hacer. Revelan nuestras aspiraciones secretas, pero también el grado de resignación y desconsuelo que llevamos a cuestas. Explican ese constante mal humor que nadie –ni siquiera nosotros mismos- muchas veces consigue entender. La vida tiene muchas dimensiones y, aunque no queramos reconocerlo, lo sabemos perfectamente. Si incorporamos las otras nos sentiremos quizás un poco más completos y un poco menos impostores.