La violencia no son sólo números

La reducción de la violencia en Ciudad Juárez, Chihuahua, alguna vez considerada la más violenta del mundo, es algo digno de presumirse.

Hablamos de una caída en el número de homicidios superior al 80% y bajas parecidas en los índices de secuestros y extorsiones.

La recuperación de Juárez quizá nos permite soñar que es posible que, en el resto del país, haya cambios parecidos a partir del trabajo conjunto de gobierno y sociedad civil.

Sin embargo, cuando uno revisa a detalle lo ocurrido en Juárez, queda claro que los índices de violencia no pueden ser los únicos que nos permitan evaluar lo que ha ocurrido y particularmente las heridas que ha dejado. Ojalá fuera tan “fácil”.

No minimizo los avances. En este municipio, hay que recordarlo, fueron asesinadas –por citar un dato- más de tres mil personas en un solo año (2010) y el año pasado fueron menos de 500.

Pero una serie de reportajes, que hemos publicado las dos últimas semanas en Animal Político, nos permite recordar que no hay políticas públicas para enfrentar las consecuencias de esta etapa de violencia, y que el problema es igual de urgente.

En uno de estos reportajes hablamos de Bryan, un niño que vio a su padre asesinado y a su madre desaparecida, quien tiene hoy que vivir con su abuela, en un entorno violento. ¿Cómo enfrentamos esta consecuencia directa de la violencia? ¿Qué política pública tenemos lista para ofrecerle a este niño un futuro distinto? ¿Le enseñamos a Bryan las estadísticas para sacarle una sonrisa y darle una esperanza?

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El discurso oficial se centra en presumir la disminución de homicidios. ¿Cuántas veces hemos escuchado al Presidente decirnos que ha bajado el número de muertos?

Insisto: No es suficiente. La violencia marca la vida de poblaciones enteras, que no ven ninguna solución.

En esa serie de textos hablamos, por ejemplo, del impacto social y económico en una población veracruzana del cierre de una tienda Diconsa por culpa de la inseguridad, lo que obliga a los más pobres a gastar más dinero para comprar lo básico. ¿En qué estadística está este caso?

O narramos cómo han sido afectados los artesanos y turisteros de los llamados “pueblos mágicos” de Michoacán, porque la violencia ha ahuyentado a los visitantes. Publicamos una docena de ejemplos, pero podrían ser muchos más.

Queda claro que hay muchos pendientes en el tema de la seguridad. La impunidad, por mencionar sólo uno, sigue siendo de 90% en delitos violentos.

Pero trabajar con las víctimas y prevenir la violencia son los grandes pendientes en la política pública y parecen estar en la cola de la prioridades.

En esos textos está registrada la pérdida de derechos, el cambio de hábitos como únicas alternativas para sobrevivir. Por eso titulamos los textos Aprender a Vivir con el Narco ( https://www.animalpolitico.com/vivirconelnarco/index.html ), porque parece no haber otra opción que adaptarnos a vivir con miedo.

Lo que asusta es que haya gobiernos, en todos los niveles, que parecen vivir tranquilos, porque no hay estadística que registre el miedo.