Lamentarse por París

Han pasado casi dos semanas desde los ataques de ISIS en París, y el estupor parece haber disminuido considerablemente, al menos en esta zona del planeta. Me impresiona la velocidad con la que la gente olvida ahora y “supera” las peores tragedias, como si se tratara de fenómenos aislados en los que no tenemos ninguna injerencia.

Lo primero que apareció en las redes sociales y en la prensa fueron las expresiones de solidaridad hacia Francia: la gente pintó sus fotos de perfil con esa bandera. Poco después llegaron los comentarios sobre las víctimas de Siria y los reproches sobre si nuestra solidaridad iba más en un sentido que en otro. Yo pasé parte de mi infancia en Francia, viví muchos años en París y amo a esa ciudad como a pocas en el mundo. Sin embargo, no me pinté con sus colores. Mi tristeza, mi desolación, y sobre todo mi miedo, no eran por Francia sino por la humanidad y el callejón sin salida en el que nos encontramos. Tomar el partido de un país no sólo es reducir la dimensión del problema, sino contribuir a sembrar más odio y resentimiento.

Aunque París es la capital de Francia también es una de las ciudades más cosmopolitas del planeta. En ella conviven ricos y miserables del mundo entero. Basta echar un vistazo a los nombres de las víctimas de ese viernes sangriento o leer sus retratos publicados en la prensa para comprender que entre ellas había gente de muy diversas nacionalidades, incluidas dos mexicanas, y que más del 5% eran de origen árabe. Tampoco olvidemos que la mayoría de los terroristas implicados, tanto en estos crímenes como en el de Charlie Hebdo, eran franceses.

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 Por lo tanto, el ataque no fue sólo contra Francia, como algunos se obstinan en creer, o contra el primer mundo, sino contra el género humano. Lamentarse por lo ocurrido en París no significa priorizar a unas víctimas sobre otras (las sirias o las de Mali, por ejemplo), significa deplorar la violencia. Por otro lado, hay quienes siguen pensando que fue el Islam, así en general, el responsable del crimen. Si fuera verdad, no se habrían manifestado millones de musulmanes en todos los medios posibles —desde las pancartas más rudimentarias hasta Twitter— en contra del terrorismo, con la campaña Not in my name. Por último, lamentarse tampoco significa que uno apoye la política exterior del gobierno de Hollande, represiva o indulgente según las exigencias del mercado. Lamentarse es una reacción natural y espontánea que no debería conducir al olvido, como parece estar sucediendo una vez más, sino hacia una toma de conciencia: de una manera u otra, ya sea como mexicanos, sirios o europeos, ya sea como víctimas o como agresores —a veces como ambas cosas—, lo que está sucediendo en el mundo nos concierne a todos. Todos formamos parte de las causas y todos podemos sufrir un día u otro las consecuencias.