“Las horas contadas de Espino Arévalo”

Fernando Espino Arévalo tiene las horas contadas como dirigente del sindicato del Metro. Es cuestión de días para que sea relegado del negocio del cual se adueñó, y en el que tanto lucró. Después de más de 30 años como líder gremial, su coto de poder llegará a su fin. La decisión está tomada y tiene el aval del jefe de gobierno, Miguel Ángel Mancera. La operación para deshacerse del impresentable líder, que ha enriquecido su bolsillo, el de su familia y amigos, está en marcha y corre a cargo de Joel Ortega, director del Metro, y Héctor Serrano, secretario de Gobierno.

El también diputado del PRI en la ALDF se ha quedado solo. Su partido ya no lo respalda, el sindicato que dirige está dividido y en el gobierno de la Ciudad, a pesar de sus amagos y hasta manifestaciones, ni siquiera lo reciben.

Espino está fuera, sin aliados y sobre él pesan sospechas de corrupción, enriquecimiento ilícito y hasta falsificación de documentos. No sólo está por perder su negocio, sino que podría olvidarse hasta del fuero y su diputación. Por eso patalea y amenaza. Se sabe arrinconado.

El dirigente del sindicato del Metro amaga pero su fuerza no le alcanza para cumplir sus bravuconadas. Buscó intimidar al GDF alardeando con parar el servicio en algunas estaciones del Metro, pero nunca lo hizo. Solo exhibió su escasa fortaleza. Se quedó sin apoyos. Y ya no siente lo duro, sino lo tupido.

La Comisión Política del PRI en el DF le realizó un “extrañamiento”, que obliga al líder sindical a explicar las “irregularidades al interior del Metro, sobre actos de corrupción y nepotismo en las que se ha visto involucrado”. El extrañamiento es tan sólo el paso previo de lo que podría venir: la expulsión de Espino Arévalo del tricolor.

Desde la dirección del Metro también le han puesto un alto. Le han quitado, a él y sus hijos, permisos y locales comerciales. Por ejemplo, los contratos que tenía su hijo Fernando por medio de dos empresas -Gurtmex y Tahankun- se rescindieron y ahora el servicio se licitó. Mabel, hija del líder sindical, fue cesada de su cargo de estructura como Subgerente de Servicio Médico, con un salario bruto de 49 mil 959 pesos, porque incumplía con el perfil del puesto. Y el 31 de julio, el Metro corrió a Ismael González Martínez, quien fungía como abogado del Sindicato, y es amigo de Espino Arévalo.

Por si fuera poco, a los problemas políticos y sindicales, Espino podría sumar los legales. Y es que para exigir la base de más de mil trabajadores, entre los que se encuentra el dirigente y su equipo, se habría falsificado documentación oficial que presentaron ante un juez. El asunto podría quedar en manos de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, pues el GDF se amparó.

Dirigente del Sindicato Nacional de Trabajadores del Metro desde 1981 Espino Arévalo, sus amigos y familiares tendrán que buscarse otro negocio que exprimir. Los más de 20 familiares (entre esposa, hijos, cuñados y sobrinos, además de los más de 40 integrantes de la dirigencia sindical que ocupan desde diciembre del año pasado plazas de confianza dentro de la estructura del Sistema de Transporte Colectivo Metro –y que cuestan al erario casi un millón de pesos mensuales-) tendrán que buscarse otra ocupación.

Por fin, se terminará el negocio que se adjudicó y que tan buenos dividendos le dio. Adiós a quien creció y se acostumbró a servirse de los trabajadores, a quienes dijo representar. Se le acabó la mina de oro. Se va Fernando Espino Arévalo.

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(Manuel López San Martín)