“Los dos Méxicos”, por @monocordio

   (cuento con efecto déjà vù)

Como las dos Fridas, los dos Méxicos están conectados por un lazo de sangre.

En uno de ellos manda Peña Nieto y da la impresión de que su poder es tal que puede hacer lo que quiera, desde convertir al Zócalo en un estacionamiento hasta reducir a la oposición a un mero ornamento democrático; desde poner a los medios y a los periodistas a su disposición como voceros acríticos de sus intereses, hasta encarcelar a quienes no comulgan con su punto de vista, como sucedió en Michoacán con Mireles. Los poderes estatales no son más que pequeñas franquicias de un poder central que no parece respetar más que la ambición de quienes lo detentan.

 En el otro México gobierna el crimen organizado, teniendo a la Tuta como máximo representante de una camada de mafiosos de cuyos apodos no quiero acordarme. Da la impresión de que su poder es tal que puede hacer lo que quiera, desde convertir al gobierno estatal en su empleado doméstico hasta reducir a las autodefensas –con la pequeña ayuda del gobierno federal— a un mero ornamento defensivo; desde poner a los medios y a los periodistas a su disposición como voceros acríticos de sus intereses, hasta asesinar a quienes no comulgan con su punto de vista, como ha sucedido una y otra vez con absoluta impunidad en Michoacán, en Veracruz y en muchos estados de la República.

También, como las dos Fridas, además del lazo de sangre que las une, los dos Méxicos están tomados de la mano. Se necesitan. No pueden existir el uno sin el otro. ¿Cuál es ese lazo más allá de la sangre cuya esencia equivale a un verdadero pacto por México? Ese lazo son (somos) los medios de comunicación cuyos máximos representantes son los grandes consorcios multimediáticos. Da la impresión de que su poder es tal que pueden hacer lo que quieran, desde convertir a los presidentes en actores de telenovela, hasta poner a las actrices de telenovela como mero ornamento democrático; desde poner a sus medios y a sus periodistas a su disposición como voceros acríticos de sus intereses, hasta censurar a quienes no comulgan con su punto de vista.

Como se habrán dado cuenta, en realidad no hay dos Méxicos sino tres. El México donde el gobierno federal y estatal impone su ley con total impunidad, el México donde el crimen organizado impone su ley con total impunidad y el México que se nos cuenta noche a noche antes de dormir donde pareciera que esos dos Méxicos están separados de manera irreconciliable y no tomados de la mano (y de la sangre) como las dos Fridas.

Evidentemente tendría que haber un cuarto México, el México que mira el cuadro de los Dos Méxicos, pero ese México no sale en el cuadro. El que observa no sale en el cuadro. Paradójicamente, el que observa es el que al final está como pintado.

(FERNANDO RIVERA CALDERÓN / @monocordio)