Mamá, ¡salte de mi Facebook!

Y, de pronto, la banda más joven comenzó a abandonar Facebook.

Ya no.

Kaputt.

Aquí no nos vemos más.

Un estudio muy divulgado en estos días de fin de año –estudio global sobre el impacto de los medios sociales, coordinado desde varios países europeos– muestra que los jóvenes entre 16 y 18 años abandonan cada vez más la red social Facebook, y migran hacia Twitter, WhatsApp, Instagram, Snapchat, etc.

Acá me aburro, dicen que dicen.

Mucha publicidad, mucho jefe vigilante. Muchos que no son como uno, pues.

¡Ciao!

Expulsados por la presencia de los adultos (padres, tíos, abuelos, profesores) y “acosados” por las “solicitudes de amistad transgeneracional”, los más jóvenes han decidido hacer… lo que siempre han hecho: darle la espalda al mundo adulto (Facebook se está convirtiendo en una red de adultos: el promedio de edad es de 40.5 años y el principal grupo de usuarios tiene entre 45 y 55 años de edad, según reporta la BBC con datos de Facebook). No es ésta la única razón de la huida generacional: los más jóvenes sienten a Facebook retacada de publicidad, la perciben como una red pesada y ya no es divertida. Así, plain and simple (y ya sabemos que no ser divertido es sentencia de muerte en estos tiempos de espectáculos desechables).

¿Por qué importa el dato?

A mi no tanto por lo que le pueda pasar a la empresa Facebook, que ni soy accionista ni me va la vida en ello. Pero sí me parece que el transfuguismo generacional de una red a otra(s) es ejemplo de lo que veremos cada vez más: burbujas de socialización entre intereses compartidos. Y hasta ahí. Muerta la [efímera] utopía de la conversación generalizada de todos con todos en redes sociales globales. Muerta la [efímera] promesa de que en Twitter yo podría ser amiga de un neozelandés cualquiera y conversar por la tarde con el hondureño en turno. Muerta la [efímera] ilusión de que todos los nodos pesan igual en una horizontalidad siempre anhelada. Así pasa cuando pasa: madurados los procesos comunicativos, cada quien elige la esfera para compartir y ser compartido.

Tampoco es rocket science.

No estamos programados para tanta diversidad, y sí para vivir nuestros procesos de socialización (sean materiales o virtuales) como siempre hemos hecho.

Lo interesante ahora será dilucidar cómo lograremos administrar todos los perfiles sociales a través de los que nos expresamos (casi la mitad de los usuarios de redes sociales son muy activos en más de una), y entender a qué le estaremos robando tiempo para cumplir con esta nueva exigencia conversacional.

Corren tiempos de nuevas colonizaciones.

¡Feliz 2014!

(GABRIELA WARKENTIN / @warkentin)