Manual del valedor; por @Antonioortugno

Defender a un político indefendible es una tarea que puede resultar ingrata. Tanto que no suele ser hecha por nadie que no perciba buen dinero por ella, ya sea mediante nómina, iguala o cheque solidario. Sin embargo, es probable que existan almas cándidas que se vean arrastradas a intentar la tutela pública de un politicazo sin estar preparadas para ello: esos aspirantes a bot a quienes, una buena mañana, se les ocurren cosas como “¿Pero de verdad esperan que la Primera Dama se compre la ropa en las mismas tiendasnangas que ustedes?”.

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Acá enlisto algunos consejos retóricos para quien desee apartarse de la masa y singularizarse por defender o aún enaltecer a las figuras públicas que incurren en cochupos, desvíos, ostentaciones indecorosas o flagrantes conflictos de interés:

1. “Son unos envidiosos”. Afirme (sin sonrojo) que un funcionario público (y cualquiera de sus familiares de primer grado) pertenece a una raza diferente a la de quienes lo critican y tiene derecho a todo, mientras haga cosas como “dar resultados”. Ese “todo” equivale a utilizar el erario como si se tratara se su caja chica, a llevar a la familia al aeropuerto en un helicóptero oficial de camino a unas vacaciones de lujo, a pasear en las zonas de compras más “exclusivas” del mundo, a viajar a citas protocolarias con un séquito de 200 personas. Claro: sólo a un rencoroso o a un resentido se le puede ocurrir que esté mal. El funcionario y su parentela son seres elegidos para representarnos y ni modo que lo hagan en huaraches. ¿Que usan diamantes en la nariz? Pues mejor eso que plumas en la cabeza. Faltaba más.

2. El “ni que fuera tanto”. Relativice cualquier falta. “Bueno, desvió recursos, sí, pero fueron pinches 10 mil pesos. ¿Para eso el llanto? Caray con las tribunas exaltadas”. Luego deslice que eso no es lo verdaderamente importante, sino la confianza que los checos (o los chinos o los bielorrusos) tienen en el licenciado Cabra, un hombre “intachable”. Ignore cínicamente el hecho de que la intachabilidad debería excluir el desvío.

3. “Ya se demostró que no era cierto”. Este argumento siempre es exitoso. Como en México la impunidad está cerca del 100% estadístico, baste argüir la falta de castigo a cualquier corrupto para refutar a quienes lo critican. “El licenciado Cabra está libre y las acusaciones de que hurtó 100 millones y los usó para comprar niños huérfanos carecen de sustento”. Poco importa que organismos internacionales y aún nuestras atolondradas procuradurías tengan expedientes y casos abiertos contra Cabra: uno debe hablar de las acusaciones que se le hacen en pasado y darlas por resueltas en su favor.

4. Ya en un caso desesperado, acuse al crítico de estar pagado por una potencia extranjera. Eso dijo Díaz Ordaz en 1968 y todavía hay quien le cree.

 

(ANTONIO ORTUÑO)