Masacre en el Face

Hace unos días tuve un rato de ocio y lo dediqué a purgar mi Facebook. Sí, ya sé que el mundo arde, se ahoga, se pudre sin remedio y lo que cuento acá es la superficialidad hecha pasatiempo. Pero es difícil arreglar el Mediterráneo, el Oriente Medio y el país entero desde una silla en Zapopan (o, dado el caso, en Iztapalapa o la Miguel Hidalgo). En cambio, arreglar el propio Facebook es sencillo y entretenido si uno está tan cansado que ya se quedó con la mente en blanco luego de pasar la tarde encenagado en los horrores que nos deparan las fotografías de leones abatidos, niños náufragos y masacres al por mayor.

Recomiendo, para esos días, desquitarse de la frustración y la mala leche que nos rezuman del modo más inofensivo posible: borrando contactos de Facebook a capricho y porque sí. Deshaciéndose de esos desconocidos que nos agregaron sepa el azar por qué, con quienes jamás hemos cruzado un mensaje y que ni siquiera (si somos vanidosos) nos han dado un puerco “like”. Esos que se pusieron motes como “Eran Tus Huellas En La Arena, Señor” y nos colapsan el muro con imágenes de atardeceres y palabras sabiondas con ortografía titubeante. O aquellos que recurrieron a ponerse “Hijo de Charles Manson” y no encuentran mejor pasatiempo que enlazar artículos bobos como: “¿Fueron los nazis quienes construyeron la Gran Pirámide”. Nada mejor que recorrer la lista de los contactos y sacarle esas espinas como quien cuida un rosal.

También podemos aprovechar para quitarnos de la vista al montón de excompañeros de escuela y trabajo con quienes nunca tuvimos nada en común y se limitan a poner fotografías de sus viajes, sus autos y del más muelón de sus hijos. O a ese conocido que intensea y cada mañana nos amarga con quejas lacrimógenas sobre su interminable fracaso amoroso (recordemos que la única vez que nos envió un mensaje fue para que viéramos el video en el que un poeta gringo con trastorno de déficit de atención recita un poema muy cursi en el que cuenta cómo lo abandonó una muchacha, pero él la sigue esperando). O a la conocida que se las da de sensualona y mística y nos asesta una sentencia de Jodorowsky (del estilo de “Soy el que sopla a la sopa pero, a la vez, soy la sopa en sí”) a la menor provocación.

Finalmente, hay que recordar que el Facebook, como toda red social, es terreno oficial del juego de la hipocresía. Recurramos, pues, a las herramientas de bloqueo y dejemos por ahí, sin verlos, a esos enfadosos parientes políticos y esos colegas tarados con quienes no nos conviene pelearnos, pero a quienes no queremos ver ni en pintura. Y estemos conscientes de que es muy probable que ellos nos tengan reservado el mismo rincón.