Duarte, Padrés y la simulación

Opinión

Los partidos políticos saben que la opinión pública está harta de la corrupción y han decidido ofrecer en sacrificio las cabezas de algunos de sus miembros. Así, los priistas decidieron que Javier Duarte debía ser entregado. De pronto descubrieron todos los males de su gobierno, los legisladores locales —que antes aprobaron en automático sus cuentas— ahora encuentran todos sus fallos, y es notable cómo le aparecen casas, casi tantas como súbitos detractores.

En el PAN tampoco se quieren quedar atrás. Seis años después, los panistas se dieron cuenta de que con sus siglas gobernó un espanto llamado Guillermo Padrés. Los elogios desaparecieron y en su lugar hay ahora hasta citatorios ante comisiones anticorrupción y muy pronto podrán presumir —igual que los priistas— que ellos ya tienen la casa limpia pues ya expulsaron a su incómodo exgobernador.

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Las caídas de uno y de otro son cuestión de tiempo. De eso podemos estar seguros, como también de la inutilidad de ambas acciones. Porque si bien es deseable que sean detenidos gobernantes corruptos, de nada sirve si en el fondo nada cambia. Y en estos casos es evidente que si Duarte y Padrés están siendo perseguidos no es porque hayan sido ladrones, sino por tener mala suerte en la ruleta política, en la que ahora cayó la bolita en el espacio que indica que es tiempo de castigar a algunos para que el sistema pueda respirar y de paso seguir exactamente igual.

¿O cuántos Duartes y Padrés no hay gobernando en este momento? Porque los dos gobernadores —pese a la narrativa que nos quieren vender— no son casos aislados, en todo caso son casos ejemplares. ¿De qué? De la forma en que opera un modelo que permite saquear el erario cada seis años. ¿O sólo en Veracruz operaron empresas fantasmas para asignar contratos? ¿Es Javier Duarte el inventor de los prestanombres o es una práctica común? ¿Sólo Guillermo Padrés usó su poder para obtener beneficios personales? ¿O es lo mismo que hicieron Roberto Borge, Humberto y Rubén Moreira, Fidel Herrera y una larga, larguísima lista que también tendrían que ser investigados y castigados?

Lo que tenemos hoy no es un par de manzanas podridas sino, como dijo Rafael Cardona, una fábrica completa de manzanas podridas. Una que opera con Congresos locales complacientes, partidos y medios locales sumisos, una clase política y empresarial que tolera un sistema corrupto, y una forma de ejercer el poder que se repite todo el tiempo por todo el país.

Por eso, si los partidos quieren recuperar la confianza tienen que ir mucho más allá del sacrificio de dos políticos para revisar y cambiar los mecanismos que permiten los Duarte y Padrés. Cualquier otra cosa que hagan que no sea de fondo es sólo una mera simulación y, habría que decirlo, una bastante mala que nadie en realidad les va a creer.