“Memoria en cinta de cromo”, por @goliveros

Escuchar la radio hoy en día es una experiencia nueva. No me mal interpreten: aún hoy el fenómeno de la soledad compartida es único. Ese momento en donde -pese a estar rodeado de gente o en un cuarto solo- uno se conecta con el discurso que alguien crea a kilómetros de distancia a partir de su idea, los sonidos de fondo y los elementos que ha seleccionado para atrapar a la audiencia con imaginación y audacia.

Lo que se ha modificado es como convivimos con la radio.

En los cuarenta, la AM era la reina del hogar, de la oficina y de la difusión del poder. Los discursos, concursos, cuentos, cómicos y canciones gobernaban la sala donde las consolas imperaban en la decoración mundial. Con la llegada de la televisión, la radio cedió su lugar y de una experiencia familiar se transformó en una experiencia personal. Los radios de transistores llegaron a recamaras y autos.

Ahí, los programas musicales incentivaban la escucha a partir de la votación y el apoyo a una melodía, canción que se seleccionaba a partir de la propuesta del locutor que, muchas veces, era influenciado por la payola recibida.

El final de los setenta e inicio de los ochenta trajo el amasiato de la grabadora de casete y el radio. Ahí la memoria encontró su mejor cómplice.

En cartuchos de 60 o 90, normales o en cinta de metal, Memorex o Sony, los jóvenes comenzaron a guardar pedazos de ideas para reproducirlas e sus aparatos en la travesura que, en los 80, no se sentía como acto pirata.

En los Estados Unidos, la idea del mixtape se popularizó y encontró su momento cumbre en el retrato de John Cusack que enamoraba a su pretensa al ritmo de Peter Gabriel.

Para México, el casete grabado era el tesoro en el que la voz de Luis Gerardo Salas a la mitad de una canción volvía inmortal a la idea musical, el Promo prohibido de WFM mandaba a chingar a tu madre, Fernanda Tapia hablaba de aquellos grupos que sólo tenían cabida en Espacio 59, Fórmula se acerca a la juventud con Sonido 103.

Por eso, nada como ver que alguien que realiza arqueología radiofónica es reconocido.

Hoy, Carlos Andrade se encuentra entre los premiados por la Bienal de Radio por su proyecto KCT grabado, emisión donde Andrade recupera esa parte de la radio que muchos capturamos y que la tecnología permite difundir a millones por radio o sus hijos posmodernos como el podcast y el streaming.

Felicidades a Carlos, creyente -como otros- en que la soledad compartida se transforma.

Y sí, felicidades a todos los demás nominados. Éxito a todos.

 

(Gonzalo Oliveros // @goliveros)