Mentiras que se vuelven verdades, por @wilberttorre

En los últimos días varios columnistas publicaron la misma nota: en fechas recientes, en la delegación Coyoacán de la Ciudad de México, hubo marchas y cierre de calles a cargo de vecinos que protestaban por el secuestro y asesinato de niños, víctimas de bandas de traficantes de órganos.

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El domingo 19 de abril, escribió Raúl Trejo Delarbre en el diario La Crónica, unos 400 vecinos de Santo Domingo marcharon para exigir justicia por las presuntas desapariciones y crímenes, mientras coreaban: “¡alerta, asesinos, se roban a los niños”. Cuando los periodistas preguntaron, no pudieron dar nombres de víctimas.

El asunto llegó tan lejos que en Facebook se abrió la página Robo de niños, a la que se unieron 11 mil personas.

La movilización ciudadana alrededor de un gravísimo problema sería ejemplar, si no fuese por un detalle: la Procuraduría General de Justicia del Distrito Federal ha declarado que no tiene una sola denuncia por el secuestro o asesinato de niños en la Ciudad de México.

¿Quiénes esparcen esos rumores y con qué fines?

Puede haber intereses políticos detrás, sin duda, pero el rumor esparcido sobre el robo de niños en la ciudad es un buen pretexto para hablar sobre algo igual de grave: la difusión de noticias falsas, inexactas, erróneas y deficientes en muchos de los más importantes medios impresos y electrónicos del país.

Un buen ejemplo es una nota publicada en días pasados: Alejandra Luna Núñez, de 14 años, fue sustraída de México por agentes de la Interpol y trasladada a Estados Unidos, para devolverla a sus presuntos padres. Horas después el noticiero de Carlos Loret difundió una entrevista con una persona que declaraba que unas pruebas erróneas de ADN habían sido realizadas en un consulado mexicano en Estados Unidos.

¿Esto ocurrió así? No en estricto sentido.

Los medios contaron sólo una parte, la que más vende de la historia.

La versión entera es que unos agentes de la Interpol entraron al país, se presentaron a la escuela de la niña, hablaron con la directora, quien los puso en contacto con los padres; les pidieron los papales de Alondra y la madre se negó a entregarlos. Lo hizo un día después y los policías, quienes se habían presentado no por órdenes de sus superiores, sino de un juez, decidieron trasladar a la adolescente a Estados Unidos, al dudar de que los papeles mostrados por los padres fueran originales.

¿Qué pasó con las pruebas de ADN? No se realizaron en ningún consulado, sino en una instancia oficial, por órdenes de un juez.

¿Quién tiene toda esa información completa? Las autoridades, a las que sólo un par de periodistas llamó para tener la historia de primera mano.

El rumor falso del robo de niños es tan grave como la publicación de información inexacta o errónea en la historia de Alondra; ella volvió a su casa, pero es posible que el escándalo con medias verdades o versiones incompletas difundido por los medios afecte los tres mil casos de sustracción internacional de menores registrados por la Secretaría de Relaciones Exteriores.

(Wilbert Torre)