Ciudad de Necios | Regreso a la Ciudad

Opinión

Necios que sueñan con regresar a la misma Ciudad.

Los niños regresan a la Ciudad. Tal vez deba decir que regresan a la escuela, pero no. Las niñas y los niños aman a su Ciudad y, claro, a lo que hay en ella (incluida su escuela). Todos quieren vivir en esta Ciudad y volver cuando la dejan. Es un caso extraordinario que ha asombrado al mundo entero.

Los niños regresan porque fueron a conocer otra cultura, otro país, a visitar a la familia fuera de la Ciudad. Pero sobre todo regresan porque quieren. Los pocos que se han quedado han disfrutado la magia de una Ciudad casi vacía. Si nadie salió fue porque así lo decidió libremente; el dinero es suficiente entre las familias de esta Ciudad como para pagar cualquier vacación.

Inician las clases y con ellas reinician la totalidad de los servicios públicos en la Ciudad. Los mejores sin duda. Ocho mil escuelas públicas y privadas abren sus portones anchos para que los niños inunden los pasillos, los auditorios y los salones. El patio está listo para rendir honores a la bandera del país al que pertenece esta Ciudad.

Son 1.7 millones de niñas y niños ávidos de saber, experimentar, conocer, criticar y transformar. Prácticamente todos los niños de esta Ciudad estudian. Me atrevería a decir que ninguno se quedó sin estudiar, pero tal vez me equivoque. En esta Ciudad a nadie le gusta ver a un niño que no estudie. Todos los niños han decidido estudiar. Y a los que decidieron no hacerlo en una escuela, el Estado los respeta, porque estudian en sus casas con maestros particulares que los preparan para tener los estándares educativos que se obtienen en todas las escuelas de esta Ciudad y que están entre los cinco mejores del mundo. Esta es una ciudad progresista y si al niño se le preguntó y dijo que no quiere estudiar, se le respeta y punto. Afortunadamente son muy pocos, se cuentan con las manos. En realidad es muy difícil resistirse a estudiar en algún colegio de esta Ciudad. Todos los colegios, las escuelas, encarnan un sueño anhelado y luego realizado: maestros sabios, gentiles, respetuosos y atentos; escuelas limpias, cómodas y equipadas, abundantes, conectadas con el mundo y el mundo atento a ellas; tienen actividades extraescolares (hay niños que no quieren salir de ahí) que son la envidia de cualquier colegio que se diga de primer mundo; son incluyentes, son respetuosos de la diversidad sexual, religiosa, indígena, de las personas con discapacidad, etcétera.

Dicen las autoridades que para este regreso se aplicarán dispositivos de vigilancia, seguridad, regulación de tránsito vehicular, control de estacionamiento en las vialidades principales, en los alrededores de los planteles educativos de enseñanza preescolar, primaria y secundaria. Pero la verdad es que nada de esto es necesario. En esta Ciudad sus habitantes y autoridades entendieron desde hace mucho que gastar en seguridad no es buena idea, lo mejor es invertir en la prevención. Por eso creo que las autoridades solo querían bromear con ese anuncio y provocarnos una sonrisa. Y lo consiguieron. Qué detalle. Los operativos de seguridad pública son innecesarios y estorbosos. Todos usan el transporte público para ir a la escuela y muy pocos usan sus coches para llevar a los niños. El Metro, el Metrobús, las líneas de Tren Ligero y las calles son confiables, seguros y suficientes para que los niños aprendan a usarlos desde pequeños. Las dobles, triples y hasta cuádruples filas quedaron en el siglo pasado. El tráfico no es de esta Ciudad ni de este tiempo. Es como cuando a finales del siglo XX se burlaban de quienes a principios de ese siglo usaban caballos que cagaban en la calle. El tráfico es como usar un transporte que somete a un caballo que caga en la calle. Y hoy nadie quiere ver mierda, oír mierda o respirar mierda en la calle. Nadie quiere ver, oír o respirar tráfico.

Los niños, desde pequeños, aprenden a usar la infraestructura de la Ciudad. Su Ciudad. Ellos, en los años por venir, la mejorarán. Para eso van a la escuela. Para eso regresan a la Ciudad.

Hablo de otra ciudad. No sé de cual. De otra, no de esta.