Pendientes para 2015 (III), por @diegoeosorno

VI

Me preguntó una compañera de Oaxaca si las marchas aún son mecanismos para alcanzar un objetivo en una lucha social. Me parece que es cierto que se tienen que buscar formas más creativas para exigir nuestros derechos, pero las marchas me siguen pareciendo válidas. Por desgracia, a raíz de la desaparición de los 43 estudiantes de Ayotzinapa, son más vigentes que nunca, aunque entiendo también que en muchas partes del país hay un cansancio de estas manifestaciones e incluso es probable que en algunos casos haya un uso indiscriminado, sobre todo cuando se carece de un aspecto político. Pero el 20 de noviembre de 2014 se habla de la participación de 500 mil personas en la marcha del Distrito Federal. Es una cantidad impresionante.

Hay quienes creen que las marchas no sirven para nada, pero si nos ponemos pensar, sin la salida a las calles del Movimiento por la Paz, ahora seguiríamos en una dinámica peor de la guerra contra el narco, y esto ya es mucho decir. Fue por este movimiento que en el 2012, los candidatos a la presidencia, incluso Enrique Peña Nieto, ya empezaban a hablar de paz.

Obviamente lo hacían en un acto demagógico y hablaban de una paz falsa, hueca, pero lo más importante es que hubo un cambio general en la ciudadanía.

VII

Sirve de algo vestir de negro, como lo hizo la gente el 20 de noviembre para protestar por los desaparecidos de Ayotzinapa, me pregunta la misma compañera oaxaqueña. Creo que la gente necesita canalizar de alguna forma la indignación que siente. Si tú te informas, te sientes indignado y ¿qué haces?, tratas de buscar una identidad colectiva que te permita sentir que participas, que eres consciente, que no estás siendo indiferente ante lo que pasa en el país. En cierta parte, tiene que ver más con una catarsis personal, demostrar solidaridad es un asunto de autoconciencia. Es algo así como decir: “Yo no acepto que las cosas parezcan normales porque no lo son, como en el caso de Ayotzinapa”.

Mi catarsis ante estos escenarios tan difíciles es escribir. Cuando uno escribe, así sea una nota o un libro, tiene que tener una inmersión, empaparse de lo que sucede y estar en un intenso contacto exterior, pero cuando ya te pones a escribir, esto es algo solitario. Las evocaciones en ese momento generan una emoción que necesitas al escribir pero que debes aprender a controlar.

Traté de escribir más literariamente una primera versión del libro Contra Estados Unidos, y me parece que estaba bien escrito pero era un poco falso en el fondo, así que tuve que regresar a mis notas escritas con toda la adrenalina del momento, porque tenían más intensidad, más sentido.

A mí me pasa lo que a la gente que se vistió de negro el 20 de noviembre: cuando escribo una nota o un libro siento que contribuyo en algo y mi conciencia tiene una relativa y mínima tranquilidad.

(Diego Enrique Osorno)